3 de Mayo de 2024
Concepción Palace Hotel: Restaurante Tagatiya

Por Mabel Álvarez

Viajamos más de 400 kilómetros por la Transchaco rumbo a Concepción. Nuestro objetivo era pasar una noche en el Concepción Palace Hotel y conocer su restaurante, Tagatiya, del que ya habíamos tenido noticias. Llegamos sobre las once de la mañana al hotel y nos acomodamos en dos lindas habitaciones con vistas a la piscina y al patio central del recinto. No pude evitar la tentación de dormir unos minutos en la cama king size. Recuperada, bajé a reconocer la zona. Me pasee por la pileta y lamenté que estuviéramos a 15°C. El patio central, desde donde podía ver la cristalera del Tagatiya, tiene una hermosa piscina con una zona menos profunda para los niños y un auténtico bar caribeño dentro. Sombrillas y hamacas se solean (al menos los días de sol) junto a un hermoso jardín de pasto, flores y abundante vegetación. Al fondo, un enorme quincho, con capacidad para unas 100 personas (a ojo) promete disfrutar de un suculento asado al mediodía. Un sitio perfecto para pasar el fin de semana en familia.

El restaurante Tagatiya tiene varios accesos. Una entrada principal desde la calle, y tres puertas más desde el interior del hotel. Yo accedí desde el patio central y me encontré con una zona techada a modo de terraza, con vistas al mencionado patio, perfecto para disfrutar de la gastronomía cuando hace buena temperatura. Para cuando entré al restaurante ya eran más de las 12. El viaje por carretera había abierto mi apetito. Así que pedí la carta y me acomodé en una mesa desde donde podía contemplar casi todo el salón, que aun estaba casi vacío.

El mozo me advirtió, muy amablemente, que el Menú del Día tenía un costo de G 35.000 y que hoy martes las opciones eran Strogonoff de carne con arroz pilaf o Milanesa de pollo a la napolitana con puré de papas, un vaso de jugo incluido. Le agradecí y continué mirando la carta, mientras esperaba a mis compañeros. Las Sugerencias del Chef eran Lomito al Champiñón en salsa demi-glace acompañado de puré rústico, con tomate seco, panceta y cebollita de verdeo (G 45.000); Surubí Concepción, un filete de surubí grillado en manteca de hierbas, en salsa de vino blanco y almendras tostadas, acompañado de papas doradas (G 75.000); Surubí a la Teja, medallones de surubí grillados a la plancha y terminado en cocción de vino blanco y salsa tricolor con esencia de malta y crema, acompañado con arroz pilaf, puré de papas y aceitunas verdes; y, por último, Tilapia a la Jardinera, filete de tilapia grillado con aceite de oliva y limón, en salsa meunière, alcaparras, manteca, perejil, vino blanco y tomate concasé acompañado de arroz a la suiza (G 60.000). El resto de la carta estaba compuesta por ensaladas, carpaccio de res, ceviche, sopa de pescado, cremas de verduras, carnes diversas, aves, pastas, arroces (algunos con mariscos), pescados de río, picadas para dos y cuatro personas, algunos platos clásicos como bife koygua, menús para los peques y los postres.

Llegaron el fotógrafo, Ralphie Zotti, el director de arte de la revista, Bruno Tartallone, y comenzamos a pedir los platos, junto al Chef, Nelson Venialgo que ya nos había sido presentado. Me decanté por el Surubí Concepción, el Lomito Premium Tagatiya, escalopes de lomito en salsa malbec, acompañado de arroz con champiñones (G 60.000) y la Pechuga a la Pasión, pechuga rellena con queso ricotta y finas hierbas, acompañada de una salsa de mburucuyá, miel y crema de leche con arroz oriental (G 40.000). Mis compañeros pidieron otros tantos, Surubí a la Teja (G 80.000); Picaña Tradición (G 56.000) y una Picada especial del Chef. De postre, Flan y Macedonia de frutas (ambos G 15.000). Unos minutos después los platos comenzaron a salir. Me sorprendió lo bien armados que estaban y lo abundante. Definitivamente, uno solo de ellos era más que suficiente para dejar satisfecho a cualquier comensal.

Mi debilidad es el pescado, así que empecé por el Surubí Concepción que con esa crema de almendras tostadas me enamoró y se posicionó como candidato a favorito (cosa que finalmente comprobaría), el Lomito Premium Tagatiya era una delicia, la carne se cortaba sola (no hay que olvidar que Frigorífico Concepción provee de carne a este lugar), la reducción de Malbec le daba un toque excepcional. La pechuga, por último, se deshizo en mi paladar con verdadera pasión oriental, la salsa agridulce de miel y mburucuyá fue todo un acierto que el chef supo redondear con un arroz bien especiado. En algún momento del festín mis compañeros llegaron a la mesa con más platos y aunque mi panza empezaba a dar las primeras señales de stop, la curiosidad seguía picando y así fue como probé el puré de papas con tomate seco, cebollita de verdeo y panceta (guarnición de alguno de los muchos platos que nos acompañaban) y casi me lo como yo sola. Por suerte tengo un cuerpo inteligente, que pone los límites antes de que mi mente se percate de ellos. Aun quedaban platos por fotografiar, lo que me daba algo de tiempo hasta que llegara el postre. Estiré un poco las piernas, caminé por la sala tratando de no molestar al resto de comensales y me percaté de que el restaurante, como el hotel, tiene una decoración cálida y sencilla, que invita al descanso. Los clásicos manteles blancos impolutos, muebles oscuros, sobrios pero de buen gusto, algunos incluso antiguos, ladrillos visto en las columnas, detalles de flores naturales en las mesas, y en la entrada principal, fotografías del lugar que le da nombre al restaurante, Tagatiya.

El servicio excelente, muy buena atención, amabilidad y cuando los mozos no tienen tareas por hacer, permanecen en la sala con la mirada atenta en los comensales, por si alguno hace un gesto de necesidad. El recorrido y mi atención fuera de la comida, obraron el milagro de hacer un poco de sitio para el postre. Y gracias a Dios porque cuando vi la copa de Macedonia de frutas que el Chef había preparado, con una bocha de helado y una hermosa corona de caramelo, pensé en lo triste que me habría puesto si no la hubiera podido probar. Y lo mismo con el flan. Eso sí, compartimos, porque al igual que los platos, las porciones eran generosas. El trabajo estaba hecho, éramos libres de disfrutar como quisiéramos del resto del día. Nos fuimos al centro de la ciudad, buscando sus principales atractivos: La Iglesia María Auxiliadora de los salesianos y la estatua de la patrona, el puente  sobre el río Paraguay, el puerto, la Catedral con el altar de Carlos Colombino y algunos museos. Nos quedamos con las ganas de volver con más tiempo para irnos de excursión a las Cavernas de San Lázaro, al arroyo Tagatiya de aguas cristalinas y peces de colores o a las Ruinas de Purutué Kai Cué. En la noche, volvimos al restaurant, mucho más relajados nos sentamos en la barra y charlamos durante un buen rato con Nelson, el Chef, mientras comíamos una Picada Estilo Campo para dos (Gs. 60.000) acompañada de unas cervezas bien frías. Ahí supimos que los principales clientes del lugar son turistas y hombres de negocio que vienen atraídos por los productos del Frigorífico Concepción, estancieros de dentro y fuera del país, que en ocasiones son artífice de la exportación de grandes cantidades de carne. El recinto también es muy frecuentado, especialmente en los meses de verano, por las familias de la zona, que vienen a pasar el fin de semana.

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21 de Junio de 2016

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