18 de Abril de 2024
Perla Álvarez: La cultura del tataypy

Perla Álvarez: La cultura del tataypy

Es difícil conocer en la ciudad a una líder tan genuinamente campesina como Perla Álvarez, “moderadora, no conductora”, dice, del programa de televisión hablado en guaraní Tembi’u Rape, finalista en los premios Televisión América Latina (TAL) emitido en Televisión Pública Argentina. El programa sigue emitiéndose en TV Paraguay y todavía es uno de los preferidos de este canal. Tembi’u Rape significa “el camino de la comida”, porque el programa sigue el trayecto que hace desde la chacra hasta la mesa. “La propuesta es valorar el trabajo del campesino, del indígena y el trabajo de las mujeres en la generación de alimentos, porque son ellas quienes transforman el alimento desde la chacra hasta la mesa.”

¿Qué representa la cocina para la mujer campesina? Cuando estamos en reuniones políticas y decimos “la mujer necesita más espacio”, los hombres dicen “hay que agrandarle la cocina”. Hay un vínculo naturalizado entre mujer y cocina y eso es bueno, lo malo es que se la circunscriba a ese ámbito y que su aporte no se tenga en cuenta en la economía del hogar ni de la nación.

¿Qué impacto tuvo el programa en las mujeres que participaron? Al verse protagonistas de un programa de televisión, las mujeres decían en guaraní: “había sido que nosotras podemos también estar en la tele”. Y sirvió para valorarse a sí mismas y que la gente las vea positivamente. Aparte de la receta que cocinábamos, entregaban conocimiento y recetas de la familia, como la “gallina con ropa”, envuelta en chipa. Tembi’u Rape aviva los recuerdos de la gente y creo que esto permite una revaloración generacional.

¿Promovió el rescate de la cocina paraguaya? Sí, de la indígena y campesina que se pierde por la celeridad de lo urbano. En el campo, la preparación de la comida comienza el día anterior o muy temprano. El jopara o ipokue lleva 5 a 6 horas de cocción. Es un trabajo que no se ve y lo que produce es efímero, por eso no se valora.

Celebrar la vida con abundancia

No hay diferencia entre Perla y las mujeres que entrevista. Se peina igual, se viste igual, habla igual. Nació en Juan E. O’Leary, Alto Paraná. Pero su “valle”, como dice, es Pastoreo, Ka’aguasu. En sus primeros años, su familia vivió en Formosa, Argentina, pero cada fin de año venían a pasar las fiestas a Paraguay. “Mi infancia está muy vinculada con el maíz asado y avati mbichy que hacía mi abuela y también con el guaraní. El fuego, la gente cortando el maíz o preparando la chipa guasu, y yo asando el maíz con un primo. Y toda la gama de trabajo que hay en la cocina: la olla colgada de la cadena y con un gancho que mi abuela alzaba o bajaba de acuerdo al fuego que necesitaba. La cultura del fuego y del tataypy que tengo viene de la casa de mi madrina y de mi abuela y eso está muy vivo en mí, vinculada a celebrar la vida con abundancia. Es signo de felicidad, de abundancia en el campo. La vida, en la primera hora de la mañana es ahí, en la cocina. Allí se toma el mate, mientras se termina de tomar mate ya se está pisando el maní para hacer el cocido, y ahí el marido planificando la chacra con el hijo mayor, la otra criatura que viene pidiendo su leche y al costado atada la vaca, que se está ordeñando”.

En 1989 viajó a Asunción para estudiar arquitectura, que cursó hasta 5to año. “Diseñé un dormitorio de diez por quince metros, era más grande que mi casa. ¡Eso me chocó tanto! Le propuse a mi profesor hacer viviendas populares, y no me dejó. Tuve que dejar la carrera, aunque tenía buenas calificaciones. Dije que iba a continuar cuando mis hijos aprendieran a leer. Pero cuando el momento llegó, estaba en otro mundo”. El del activismo social, a través de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (CONAMURI).  Trabajando desde ese ámbito recuperó su identidad campesina. “Antes era una estudiante universitaria en Asunción pero la cultura del campo estaba en mí a través de mi mamá. Sus relatos, su vivencia y todo lo que yo sé de ella es del campo. Lo tenía incorporado pero lo pude vivenciar recién trabajando en CONAMURI”.

¿Cocinás? Sé hacerlo pero en casa cocinan más mi esposo y los chicos, porque yo siempre trabajé. Me gusta comer, degustar y el conocimiento que hay detrás de cada comida.

Con el feminismo, la mujer huyó de la cocina... Sí, y nosotros recuperamos ese espacio.

¿Qué te sale mejor? El mandi’o chyryry ete me encanta, o el mandi’o reviro. Hago ensaladas verdes o con legumbres, mbeju - sé dar vueltas sin echar de la sartén- y muchas comidas típicas.

¿Qué te gusta comer? Lo nacional, especialmente lo que tenga mandioca. Y cuando voy fuera busco lo parecido. En Perú comí hortícolas de la chacra.

22 de Junio de 2015

Alacarta

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