24 de Abril de 2024
Tel Aviv: donde los ingredientes convergen
IMG_0313El sol iluminaba los torsos dorados en la playa Beach Gordon, en la costa norte de Tel Aviv, en pleno shabat. Allí pasé la tarde; había llegado el día antes de comenzar el tour de prensa “Life Style”, al que fuimos invitados diez periodistas de Latinoamérica por el Gobierno de Israel; en mi caso, a través de la Embajada de ese país en Paraguay. “Shalom”, me dijo un hombre a las 8 en punto de la mañana del domingo. Asumí que era Benjamín Maich, el guía que nos acompañaría; fui la primera en llegar al lobby del hotel. Benjamín es uruguayo, radicado en Israel hace más de 30 años, conoce muy bien nuestras debilidades horarias. De a poco, fueron apareciendo algunas personas con sus cámaras y lentes; eran los demás periodistas de los medios sudamericanos invitados. Mediterráneo A tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al camino. Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero. Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo... Benjamín recitaba esta estrofa mientras en la ventanilla de la van aparecían y desaparecían rascacielos, playas y decenas de personas en sus bicis motorizadas. “¿Conocen la letra de esta música?”, nos preguntó el guía. “Estoy seguro que muchos la conocerán, es la letra de ‘Mediterráneo’, de Joan Manuel Serrat”, dijo, con su inconfundible acento rioplatense. “Esta es Tel Aviv; miren a su alrededor e intenten pensar que esto alguna vez fue un desierto”, un ejercicio mental complicado, ya que el horizonte estaba dibujado por hermosos jardines e infinitas avenidas con veredas inmaculadas. El bus trazaba una línea descendente en el Google Maps de mi teléfono, hasta Alma Beach, donde nos detuvimos. Allí está Manta Ray, un restaurante de mariscos ubicado en la avenida costanera, donde nos recibió la propietaria, Ofra Ganor, con un espumante seco y lichi. [unitegallery TelAviv]   A partir de ahí, coloridos platillos llegaron uno tras otro. La estrella de la cocina del Medio Oriente es el hummus, que se sirvió en abundante cantidad. Los israelíes acostumbran desayunar platos frescos, como la ensalada judía, que lleva pepino, tomate, locote, quesos cortados en cubos y está condimentada con especias; también sirvieron salmón ahumado con queso crema, verduras al escabeche; tahini (pasta de sésamo) y aceitunas de diferentes variedades. Sarona: un museo al aire libre Frondosos árboles se levantan en las plazoletas del remodelado barrio Sarona, en el centro de Tel Aviv, como un respiro de paz en la impetuosa ciudad. El rechinar de la madera de los antiguos pabellones, dispuestos alrededor de las casas de estilo alemán, construidas en el siglo XIX por cristianos templarios, se intensificaban con los pasos de los turistas que entraban y salían de las boutiques y restaurantes. El trabajo de restauración de las 37 casas fue tan bueno que aún se puede apreciar el policromado original del cielo raso y los muebles de estilo rococó. Este barrio y sus casas atesoran, como un museo a cielo abierto, la herencia cultural y el acervo patrimonial arquitectónico de toda una época. Hoy, a través de una política gubernamental, la zona fue convertida en un centro de ocio donde se rinde culto a los productos gastronómicos locales e importados, a los vinos, a la moda y al entretenimiento. Israel tiene secretos ocultos, sobre todo en las criptas que se hallan debajo de la superficie. En Sarona, encontramos una cabina de cristal y en ella una inscripción: “Whisky Bar & Museum”. Descendimos por ese túnel llamado Sarona del Temple, que alguna vez fue una bodega alemana. Al final de uno de los pasillos, una bóveda iluminada con luces incandescentes descubría cientos de botellas de vino como si se tratara de un tesoro escondido; era Jajo, un wine bar de lujo poco convencional. Para coronar el recorrido, terminamos en un festín de olores y sabores que despedían las sartenes de Sarona Market, donde las especias y los productos frescos copan las estanterías de los impecables puestos, en un mercado considerado de alto nivel gastronómico. En este lugar probé las aceitunas más ricas de mi vida. Una cocina de todas partes Cuando aún no habíamos tomado asiento en aquella elegante sala llamada Luis XIII –en honor al cognac más caro del mundo–, del restaurante Chloélys, el vino israelí Pelter ya estaba siendo descorchado y corría generosamente en cada copa. Minutos después, el bullicio invadía la sala oval. De pronto, un hombre de tez blanca y cabello rojizo se presentó y saludó con una gran sonrisa. Su tono porteño reveló su ascendencia, se trataba del propietario de Chloélys, el chef Víctor Gloger, quien nació en Argentina y está ahora radicado en Tel Aviv desde hace años. “La cocina judía es una cocina de pobres”, expresó con tono mordaz, luego de una larga introducción sobre comida “kosher” (cocina especial que acostumbran comer los judíos ortodoxos). “Las cocciones eran muy largas, como estofados, porotos, judías, todo con mucha grasa; en Polonia, sobre todo. Cada judío que llegó acá, incentivado por el sionismo, trajo sus costumbres. Por ejemplo, los judíos de países árabes, donde hace mucho calor, trajeron comidas muy especiadas. Acá se come mucha pimienta, comino y cilantro. Los nórdicos trajeron el arenque; los italianos, las pastas; los judíos de Polonia, el gefilte fish o pescado judío. Cada uno llegó con sus tradiciones. ¿Quién introdujo la pizza en Israel? Es algo cómico, porque fueron los judíos argentinos; hoy, acá, decir asado está relacionado a lo argentino”, comentó el propietario, que nos sugirió leer los escritos del humorista y cocinero argentino Jorge Schussheim sobre cocina judía. Víctor Gloger es reconocido en todo el mundo no solo por su talento en los fogones, sino también por su obra social denominada “Una cocina por la paz”, que se lleva adelante desde España. A través de esta obra, los chefs de todas partes del mundo cocinan y envían mensajes de paz. Es por eso que la cocina de Víctor está influenciada por la española, donde siempre están presentes los mariscos. De hecho, Chloélys es el único lugar donde ofrecen paella hecha en el momento, con ingredientes frescos como el arroz bomba y azafrán. “Tenemos muchos platos españoles y muchos en común, como berenjenas, zapallitos, calabacines, pepinos pequeños, pimientos, tomates, aceitunas, ajo, cebolla y aceite de oliva. Aceite de oliva hay en todas partes”, detalló. Otro invento del chef argentino y que causa furor en Israel es el hummus con asado, donde combina el tradicional shawar ma con tiras de asado, chimichurri y hummus envuelto en pan de pita (pan tradicional árabe). Víctor explicó que cocinan la carne deshuesada del costillar durante 24 horas a fuego mínimo y lo saltean y sazonan con humus. (www.chloelys.com) El misterio del vino en Israel El misterio que envuelve el origen del vino aún sigue siendo objeto de discusiones; aunque las tradiciones relativas a la vitivinicultura del pueblo israelí se remontan a tiempos bíblicos. Existen numerosos jeroglíficos y testimonios escritos que convergen en varias zonas vinícolas; sin embargo, el lugar exacto sigue siendo un enigma. “Hay una discusión sobre el origen del vino, existen tres zonas donde se cree que empezó: Irán, Georgia e Israel, que posiblemente son los lugares más antiguos de producción de vino. Estoy convencido de que el vino se originó aquí”, decía Roy Itzhaki, propietario de los vinos Tulip, bodega que produce vinos de alta gama en Israel. “Acá se tomaba mucho vino y aparentemente era muy bueno. Con seguridad, sabemos que estas tierras exportaban muy buenos vinos al Imperio Romano”, expresó Lital Roth, directora de relaciones públicas de Tulip. Según registros arqueológicos, en la época bizantina había mucho crecimiento económico y se hacían vinos excelentes. Sin embargo, cuando llegaron las invasiones musulmanas, en el año 640, destruyeron los viñedos debido a que los árabes no tomaban vino; en su reemplazo plantaron olivos. Por mucho tiempo, estas tierras quedaron huérfanas de cepas; recién en 1882 el Barón de Rothschild de Francia llegó a Israel y creó la primera compañía de vinos llamada Carmel. “Si bien el vino es una bebida milenaria en nuestra cultura, aún no tenemos una identidad vitivinícola definida; desde hace 10 años estamos experimentando y plantando de todo, estamos buscando un vino que nos identifique. En Israel se están realizando investigaciones a través de estudios genéticos para saber cómo era el vino hace 2000 años”, relató la comunicadora. Durante 120 años, todos los conocimientos sobre vinos fueron los dejados por el Barón, hasta que empezaron las exigencias de cocineros y gourmands, y desde entonces surgieron nuevas ideas. En la actualidad, Israel produce excelentes caldos, entre ellos se encuentra los hechos por Tulip, cuyos viñedos se encuentran en la Galilea superior y las colinas de Judea, donde esta bebida tiene una mejor expresión. Degustamos diferentes cepas, entre ellas Gewürztraminer, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Petit Verdot, Chardonnay y Sauvignon Blanc, variedades que se han adaptado muy bien al suelo y clima de este país, todos con un sabor delicioso, pero el que más me llamó la atención y el que en definitiva lo traje a casa fue el Tulip White Franc, un vino que lleva Cabernet Franc y Sauvignon Blanc, es semiseco y tiene un ligero tono rosado. Al final, brindamos junto a Roy, Lital y David Bar-Ilan, el winemaker de la bodega, y aprendimos a decir “¡lejaim!”, que significa “por la vida”.

24 de Febrero de 2017

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