Así como existe el pan dulce, los turrones imperiales o el vitel toné, las fiestas de fin de año tienen su cóctel icónico: el clericó. Servido en poncheras o, en casos menos decorosos, dentro de la conservadora, el clericó está siempre al alcance de todas las manos; incluso, más de uno de nosotros, recordará al clericó de la Navidad como su prematura iniciación en los alcoholes. Los maridajes, obviamente, están cantados. En esta entrega, Emmanuel, de Mariano Domingo, nos presenta una versión hecha con espumante blanco, uvas, naranjas en rodajas, piñas en cubo y melones. Se sirven en copa de vino blanco, las frutas sin macerar, ahogadas con el espumante de preferencia y almíbar.