El nombre de este postre se debe a la famosa bailarina Anna Pavlova que, en una visita a Wellington en Nueva Zelanda, fue homenajeada por el chef del hotel donde se hospedó con esta exquisita creación. Pocos postres son tan sencillos de hacer y tan ricos al mismo tiempo, como la Pavlova; el secreto para un resultado exitoso es la paciencia, dejar que el merengue se enfríe bien antes de llevarlo al pedestal para tortas.
100 g Claras
200 g Azúcar impalpable
1 cda Maizena
Un chorro de vinagre
Un toque de vainilla
300 g Crema de leche fría
100 g Azúcar impalpable
Unas gotas de vainilla
Medio melón
Una naranja
Un mango rosa
Un puñado de uvas negras
Previamente, enmantecar y empapelar un placa para horno. Precalentar el horno a 180°C.
Batir las claras a punto nieve e ir agregando el azúcar en forma de lluvia, sin dejar de batir. Agregarle el vinagre y el extracto de vainilla. Retirar del batidor y verter en forma circular sobre una placa de 18 cm de diámetro aproximadamente. ¡Que quede alto!
Mandar al horno por 5 minutos a 180°C y luego bajar a 120°C por 75 minutos. Retirar y dejar que enfríe.
Batir la crema con el azúcar y la vainilla hasta montar. Reservar en la heladera.
Cortarlas con cariño y buen filo para que los cortes se vean prolijos y vivos. Darles las formas que más le agraden.
Disponer la pavlova en una linda bandeja. Verter de forma irregular la crema chantilly y disponer las frutas intercalando unas con otras, para tener un juego en texturas y colores.