19 de Abril de 2024
Su majestad el Habano

En Cuba, cuando alguien le va a narrar un suceso o acontecimiento a otra persona, el interlocutor —con el fin de que lo hagan de forma concisa y breve— le dice al otro: “Sí, pero por favor, no me hagas la historia del tabaco...”.

Y es que la historia del tabaco es fascinante, extensa y abarca numerosos aspectos difíciles de soslayar.

Este artículo no pretende hacer la mencionada historia, sino, en una suerte de salto de caballo, referirse a aspectos curiosos de los orígenes, expansión y desarrollo de esta planta, que ha reinado en todos los rincones del mundo y en los más disímiles sectores sociales desde el descubrimiento de Las Antillas por los conquistadores españoles —hace ya más de 500 años—.

Para ello, tomamos referencias, anécdotas e información, entre otros documentos, de la obra del sabio cubano don Fernando Ortíz, y del imprescindible libro “El Bello Habano” de Reynaldo González, compendio ameno e instructivo, de obligada lectura para expertos e iniciados.

Pasemos entonces a conocer un poco de este impenitente masoquista, que experimenta su máximo placer al arder hasta quedar convertido en cenizas: Su Majestad el Habano.

El descubrimiento del descubrimiento

Las primeras andanzas migratorias de esta andarina e indocumentada planta cruzan de la tierra firme a las distintas islas del Caribe, en mínimas plantaciones junto a ríos y cañadas; sus semillas se dispersan y con el tiempo se van clasificando por su calidad de forma espontánea y luego por selección intencional del hombre. Cuba, por su particular clima, le resulta habitat ideal y consigue una calidad inigualable.

El descubrimiento del tabaco por los europeos ocurre a la par de su llegada a tierras americanas. Obsequiado, entre otras cosas, por los aborígenes a los recién llegados como muestra de amistad y de sus pacíficas costumbres. Pronto son apreciados por los conquistadores los múltiples usos que esta singular planta tiene dentro de la vida de los pobladores de estas tierras.

La primera vez que un europeo ve fumar —en el real sentido de la palabra— lo narra de la siguiente forma el cura Bartolomé de las Casas en su libro “Historia General de las Indias”, cap. XLVI:

Sahumerios que acostumbran, que son unas hierbas

secas, metidas en una cierta hoja, seca también, á

manera de mosquete hechos de papel, de los que

hacen los muchachos en las Pascuas del Spiritu Sancto

y encendida por una parte del, por la otra chupan, ó

sorben, ó reciben con el resuello para adentro aquel

humo, con el cual adormecen las carnes y cuasi se

emborrachan, y así diz que no sienten el cansancio.

Estos mosquetes llaman ellos tavacos.

Estaba vinculado originalmente a los ritos religiosos, al placer de la transportación onírica del espíritu y a las danzas ceremoniales, en las que se mezclaban con el erotismo de las ejecutantes. En su libro “Historia del Nuevo Mundo”, Bernabé Cobo nos narra:

“En el batey les preparan agasajos y les reiteran el ofrecimiento de esas hierbas en cuya atmósfera los sentidos se confunden. Al compás de las danzas, se les enseña a inhalar el humo y a vencer la sorpresa de la primera bocanada. Hermosas mujeres sin otro ropaje que ese humo, como de humo ellas y humo su transpiración y humo sus caricias, se les ofrecen con asentimiento de maridos y hermanos, casi en actitud contrita. Es una entrega sin reticencias, alborozada y sencilla, desconocida por quienes vienen a martirizar la carne y el pensamiento. Los conducen a su novedosa intimidad y conocen una posibilidad distinta. Sus virilidades se sienten estimuladas por la solicitud de hembras hasta en cuyas humedades descubren el aroma de la cohiba, o la cohoba, o el tabaco, nombre que dan a sus hojas o a sus polvos, o a la ceremonia toda, ¿quién puede precisarlo en tal deliquio? Todo hace suponer que el original rapé de la cohoba los sacerdotes indocubanos lo mezclaban con el polvo del tabaco”.

Placer, invocaciones espirituales y estimulación sexual se conjugaban para hacer la vida más placentera en las comunidades indígenas, con el mágico encanto del tabaco.

En Haití, cohiba es el nombre vulgar de una planta que produce reacciones alucinógenas. Hoy día, la palabra Cohiba denomina a una de las marcas más importantes del Habano cubano.

Estas primitivas visiones reveladoras de los indocubanos sedujeron a los descubridores y los introdujeron a los placeres del tabaco, de donde no pudieron salir jamás.

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De indígena antillano a rey europeo

Si la propagación del tabaco se inicia como práctica de obsequio, las experimentaciones de los galenos, de los reinos europeos, propician su aparición en los más variados ámbitos sociales de la época. Muchos lo utilizan como ungüento para dolencias musculares, para la cura de erupciones y en inhalaciones para aliviar la gripe. Se cuenta que, en 1560, Catalina de Médicis accede a los consejos del médico de su corte Jean Nicot, a aplicar hojas de tabaco sobre las pústulas de uno de sus pajes preferidos. Al ver los favorables y rápidos resultados obtenidos, los poderes medicinales de esta curiosa hierba se acrecentaron aceleradamente y pasa a ser un remedio de uso común para aliviar múltiples dolencias del cuerpo y del espíritu. Finalmente se le da el nombre de Nicoteana tabacum, reclamado por Jean Nicot. Ha nacido así la nicotina.

El descubrimiento del tabaco por los europeos ocurre en un periodo de la historia muy particular. De la Edad Media se asumen las supersticiones y culto de magias. Del Renacimiento, su búsqueda de cosas novedosas y renovadoras; por ello, nuestra hierba pasa con celeridad de uso medicinal prodigioso a producto indigno. Por una parte es reclamado por sus efectos placenteros y, por otra, conserva su valor terapéutico en múltiples sectores de la sociedad. Lo exótico, la magia de conocer los placeres inesperados que se obtienen con el consumo de esta traviesa planta, que está más interesada en seducir paladares que sanar dolencias, da alivio y distinción a quien la usa, pero los atrapa.

Como buen diablo, muta su uso y presencia con vertiginosa velocidad en forma de rapé, tabaco torcido, picadura o andullo para mascar. Se apodera de todos los rincones de la culta Europa y salta hacia la milenaria Asia. Este plebeyo indiano, con sus ahumadas americanas, como ave fénix por definición, está listo para el ataque cuando surge una valoración receptiva a su presencia. Detractores y científicos se repliegan ante su avance.

Entre sus beneficios económicos, como artículo de placer, traspasa tupidas fronteras, crecen diezmos e impuestos que tributan abundantes ganancias. Puestos de acuerdo los árbitros, y suprimidas las prohibiciones, queda expedito el camino para su conquista del mundo.

Amigos para siempre

La coincidencia de la llegada a Europa del té, el café, el chocolate y el tabaco, los hace inseparables. Proporcionadores de placeres, sensaciones desconocidas y fuente de caudalosos ingresos, constituyen una especie de “los cuatro jinetes del apocalipsis”. Desbocados en imponer su supremacía sobre la sorprendida Europa, que no tiene tiempo de sobreponerse a su invasión, se convierten en signos de elegancia, moda y distinción y, sobre todo, de dinero, a tal punto que, además, sirven como valor de cambio. El tabaco facilita el intercambio con Virginia, donde los holandeses compran tierras a precio de tabaco. El chocolate es moneda precolombina en México y, después del “descubrimiento”, se utiliza como producto de cambio por esclavos en África. El té, por su parte, sirve a los tradicionales trueques de los pueblos asiáticos.

Infusiones y ahumados adquieren significación en las costumbres sociales de la época. Se reconoce que “refinan los gustos femeninos, mejoran el carácter de los hombres y cortan las borracheras”.

Fumar es un placer sensual

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Dice un sabio cubano, don Fernando Ortiz: “En el fumar de un tabaco hay una supervivencia de religión y magia de los behiques cubanos. Por el fuego lento que lo quema, es como un rito expiatorio. Por el humo ascendente a los cielos parece evocación espiritual. Por el aroma que encanta más que el incienso, es como un sahumerio de purificación. La sucia y tenue ceniza final es una sugestión funeraria de penitencia tardía. Fumar un tabaco es elevar suspiros de humo a lo ignoto, anhelando un consuelo pasajero o una ilusión que, aunque huidiza, entretenga la espera”.

Como otros tantos productos universales, el tabaco se implica en la vida social y cultural de los pueblos que lo conocen y disfrutan. No tardan las letras en ser presas de su presencia; innumerables escritores y poetas incluyen sus virtudes en alabanzas o como parte de su dependiente relación. Henry James nos dice:

Hierba de flor extraña, emperatriz del humo,

ya vengas con la noche o con el día,

en la hora del dolor o del contento,

sé siempre bienvenida,

porque matas el tedio y generas júbilo

y das gusto al olfato y a la boca alegría;

como una rosa en la primavera,

sé siempre bienvenida.

Kipling no se queda atrás y afirma que “un Larrañaga absorbe”, y el fabricante lo toma como frase publicitaria. Daniel Webster se refugia en el Habano en época de angustias:

Ven, querido tabaco, nuevo amigo, 

cuya amistad parece antigua,

acompáñame en esta hora sombría...

Thomas Mann, uno de los escritores más importantes del siglo XX, hace gala de sus conocimientos tabaquistas en su monumental novela “La montaña mágica”, piedra angular de su obra. Literatos de la talla de Oscar Wilde, Truman Capote, George Bernard Shaw, Jean-Paul Sartre o Edgar Allan Poe, solo por mencionar algunos, forman parte del coro militante del humo. Algunos hacen del tabaco compañía indispensable en la inspiración, otros por moda, o excentricidad, juguetean con el diablejo.

Es importante la vinculación estética y de placer que establecen con el tabaco los artistas plásticos. Paul Cézzane, le rinde homenaje en sus famosos cuadros “El fumador” y “Jugadores de naipe”. Los impresionistas mantienen entrañables e íntimas relaciones con el tabaco que disfrutaban en sus tertulias en cafés —sitios de encuentros y debates—. En innumerables de los cuadros de Henri de Toulouse-Lautrec, pintor maldito, aparecen pipas en escenas de café de variedades, retrata muchachas desarropadas con copas de ajenjo y cigarros en mano, artistas y bailarinas de vodevil. Nadie tan rodeado de fumadores juerguistas que “el enano más grande de la historia del arte”. Al igual que el impresionismo, otras escuelas están ligadas al tabaco. Pablo Picasso, en su etapa cubista, pinta una naturalezas muertas en composición con una mesa, el periódico, el pan y el vino, que no le parece completa sin la presencia de la pipa.

Los músicos, de todos los tiempos, aman la estela del humo del tabaco. En su honor, Johann Sebastian Bach compone “La pipa de tabaco”. Ayuda notable del tabaco recibe Richard Wagner durante la composición de su inmortal ópera “El crepúsculo de los dioses”. Para Ludwig van Beethoven, fumar es un acto social y lo hace en las tabernas —nunca en su casa—, o cuando pasea a pie o en carroza. George Bizzet compuso su ópera tabaquera Carmen, basada en la obra del también fumador Próspero Merimée.

¡Ni que hablar del embrujo nicotínico que entre otras aficiones atrapan a grandes músicos de jazz y estrellas del rock!

Notables científicos y estadistas no escapan a la predilección por la hierba, fiel ayudante de campo de sus cavilaciones.

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Albert Einstein, físico reconocido por su teoría de la relatividad, teme los regaños silenciosos de su esposa Elsa, renuente a las ahumadas que la rodean; él, sin embargo, comprende que para ayudarlo en la solución de su teoría es indispensable el auxilio del Habano, y le da una nueva chupada. Las teorías freudianas sobre el tabaco no son infundadas y sí fumadas; el mismo Sigmund Freud fue un aficionado a los puros, a comienzo del siglo XX dijo a un grupo de colegas: “Fumar es indispensable si uno no tiene a quien besar”. Él consideraba los puros como símbolo de tenacidad y autocontrol.

Abraham Lincoln fue un inveterado consumidor de tabaco de Virginia, como picadura de su inseparable pipa, hasta que a sus manos llega, como regalo de simpatizantes cubanos, Habanos legítimos reconociendo su impulso a la abolición esclavista.

Sir Winston Churchill fue el político más importante del siglo XX. Primer ministro de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, era un compulsivo fumador de Habanos desde que los fumó, durante su primera visita a Cuba, cuando tenía veintidos años de edad. Se conoce que Churchill se fumaba diez puros al día, lo que significó que se fumó un cuarto de millón de puros durante su vida. Él vivió noventa años. Durante la guerra, recibió, desde Cuba, cinco mil Habanos, por vía aérea, mientras se interrumpió el transporte marítimo por el Atlántico hacia Europa por la guerra y la asechanza de los submarinos alemanes por esas aguas. El puro se convirtió, junto a la señal de la victoria, en el símbolo de Churchill y de una época. En su honor la marca Romeo & Julieta produce la vitola Churchill.

JFK, fiel consumidor de Habanos, fue acompañado por puros cubanos en las múltiples decisiones que tomó durante el pulso con la Unión Soviética en la llamada crisis de los misiles con Cuba.

A Fidel Castro siempre se le vió en compañía de un tabaco, durante los primeros años de la revolución cubana. Igualmente, Che Guevara fue un consumidor constante de puros durante todas las etapas de su vida.

Clinton fumaba Habanos mientras jugaba al golf. Hilary, sin embargo, prohibió el tabaco en La Casa Blanca, pero, parece que, como en otras travesuras, el presidente le “pasó gato por liebre”.

Pero es en el cine donde, en grado superlativo, se utilizó el tabaco como parte de historias y caracterización de personajes que han pasado a la memoria de todas las generaciones, desde el surgimiento de la “Pantalla de Plata”.

Todos recordamos, desde los primeros Westerns, a los malos lanzando desafiantes escupitajos de andullo al bueno de la película, o al bueno chupando un puro mientras cavila el momento preciso para desfundar su infalible revolver contra el implacable villano. ¿Quién no tiene en la memoria las escenas de las películas en que a gánsteres del cine negro norteamericano les era más fácil despachar a un rival para el otro mundo que fumarse el puro que exhibían en la boca? Humphrey Bogart exhalaba humo mientras hablaba reafirmando su masculinidad en filmes de culto como El halcón Maltes o Casablanca.


Orson Welles asumía la personalidad del zar de la prensa norteamericana Randolph Hearst, en el clásico “El ciudadano Kane”, blandiendo un tabaco como símbolo de su poder mediático. El inefable Sherlock Holmes, sumido en sus deducciones ante las maldades de Moriarty, echando ahumadas de su inseparable pipa, ayudante más eficiente en la solución de los misterios que el propio doctor Watson.

Pero quizás el uso más relevante del tabaco en el cine es la de servir para definir la personalidad de grandes humoristas.

Groucho Marx nunca se vió en la pantalla sin un puro en la mano. Se dice que la esposa de Groucho, ya hastiada de estar casada con una chimenea andante, le pide elegir entre los Habanos o ella. Él no duda un segundo y responde: “Espero que sigamos siendo amigos después, querida”.

El más genial de los cómicos de todos los tiempos, Charles Chaplin, utilizó el tabaco como parte de la filosofía, situación de precariedad o bienestar de sus personajes. En memorables filmes lo vimos en escenas rescatando colillas de las aceras por las que deambula, las cuales después se iba fumando con el deleite y la elegancia de un magnate. En la irrepetible La quimera del Oro, primero lo vemos como vagabundo cazando colillas en calles y cantinas de la helada Alaska, después, cuando obtiene el éxito con su hallazgo del codiciado oro, al final de la película, lo vemos en un trasatlántico con ropas de lujo y un Habano recién estrenado en su boca, como imagen de su nueva buena vida.

Las mujeres y el tabaco

Las mujeres fumadoras merecen mención aparte. Es que el tabaco, desde sus principios, estipula una relación tabaco-hombre que niega a la mujer la participación en su deleite. Al respecto nos aporta el escritor cubano, Reynaldo González: “Entre los fumadores indocubanos se cuentan por igual hombres y mujeres, si bien el behique (chamán) tiene derecho principal a los estupefacientes que incluyen en su cohíba. Al tenerlos como cosa de hombres, se le atribuye la capacidad para fecundar mujeres, animales y plantas. La virgen india, que “no debe fumar tabaco en el ritual de sus nupcias”, puede bailarle desnuda al que mueve el hechicero, pasarlo por sus senos y aprisionarlo en sus muslos. El tabaco deviene en símbolo sexual masculino”.

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Las canarias son las primeras mujeres blancas que se ven fumar en Cuba; adquieren el hábito del contacto con el tabaco en labores de recolección y elaboración. Esta costumbre se introduce a España, con la apertura de la gran manufacturera de tabaco de Sevilla, donde trabajan miles de mujeres -entre ellas Carmen, la de la ópera-. En España, las primeras mujeres que se ven fumar son tildadas de mala reputación; otras, al amparo de su clase social, desafían los comentarios. Las de la alta sociedad hallan chic imitar a las indianas en la fuma en público (indiana denominaban a las españolas que emigraban a América en busca de trabajo).

El Habano ha entrado por todas las hendijas a la culta Europa; se une al arsenal de la coquetería femenina junto al abanico, los guantes, la sombrilla y el pañuelo; y también, como ellos, sirve de lenguaje de signo para expresar los más íntimos e inconfesables pensamientos. No deja de enojar a los hombres esta moda. El general francés Pierre Gallifet odia a las mujeres que fuman. Una noche, durante una cena, observa que una mujer enciende un puro, lo cual toma como un desafío. Ocultando su ira se acerca a la dama y le dice en voz alta para que todos escuchen “venga querida, vamos a mear juntos”.

Pero las chicas se revelan. A la popularidad del diablito antillano como una costumbre chic entre el género femenino, contribuyen revistas y publicaciones de toda índole y, desde luego, salta al cine de la mano o mejor la boca de Greta Garbo, la divina, en “El diablo y la carne”, quien reparte besos nicotínicos al amante de turno.

Son los tiempos de la belle époque, en los que la incomparable Marlene Dietrich, simultánea imagen de diosa y de mancebo andrógino, expele glamour por los poros y voluptuosidad sin ahorro, y la más sugerente forma de fumar Habanos que ha conocido el cine.

En ese contexto, pleno auge del art deco, surge la singular Tamara Lempicka, “baronesa del pincel”, pintora y pintoresca fumadora, que hace famosos cuadros de atrevidos desnudos donde se observan hombres o mujeres de ambigua y erótica sexualidad. Oriunda de Polonia, desembarca en Nueva York, donde exhibe sus primeras armas de libertad femenina en reuniones y fiestas demasiado atrevidas para la mojigata sociedad norteamericana de la época. Se traslada luego a Hollywood, donde presenta credenciales con su arsenal que saca a relucir en las noches de la meca del cine. Artistas y directores caen rendidos ante los excesos que ella promociona.

En la intimidad, el aroma del tabaco enciende los sentidos del placer. Cópula y tabaco mantienen una relación imposible de separar. En el conocido tango “Fumando espero”, en una de sus estrofas, una mujer en pleno delirio erótico, expresa:

Dame el humo de tu boca,

mirá que así me vuelves loca,

mirá que quiero enloquecer de placer

sintiendo ese calor

del humo embriagador

que acaba de fundir

la llama ardiente del amor

Múltiples escritoras hicieron de la Nicoteana tabacum su dama de compañía: Virginia Woolf, Katherine Mansfield o George Sand, amante de Chopin, quien también escribía con el ambiguo seudónimo de Daniel Sterns. Bonnie Parker, poetisa y asaltante de bancos, junto a su amante Clyde, fumaba puros con la misma intensidad compulsiva con que disparaba su ametralladora Thompson.

Estrellas del cine y del mundo del espectáculo militan o han militado en las filas de aficionadas a la hierba. Solo por mencionar algunas de las más connotadas: Eva Gardner, recibió como regalo de su amigo Ernest Hemingway los restos de un puro que fumaron el día en que se conocieron.

Marilyn Monroe deleitaba Habanos en su intimidad, quizás facilitados por su amigo presidente. Whoopi Goldberg fumaba puros baratos en su juventud, ahora fuma Cohibas, al igual que la modelo Linda Evangelista, que apareció en la revista Cigar Aficionado con un puro en los labios. Es que no se concibe a una femme fatal o vampiresa sin la compañía del travieso Habano.

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Madonna, “la explosión rubia”, pone el Habano en su boca en muchos de sus famosos videos, algunos de ellos, como en Vogue, rinden homenaje a la Dietrich; ella es la cuasi clonación de la reina, le sobra osadía, pero le falta glamour.

Todas echan mano y boca al diablejo para reflejar sus actitudes transgresoras o de ambigua masculinidad.

Ellas han tenido a Su Majestad el Habano en sus bocas. Él conoce el sabor de sus labios y calla sus secretos.

Vitolas y vitolfilia

Se denomina vitolfilia al placer de coleccionar las marquillas o anillas que circundan el cuerpo del Habano para su identificación como marca o denominación de origen.

Una de las leyendas sobre el surgimiento de las anillas, dice que se debe a los hábitos de higiene de “La Duquesa de Alba”, la supermodelo de La Maja Desnuda pintada por Goya, y luego La Maja Vestida, contradiciendo así la lógica de que primero es vestida y después desnuda. Ella, estaba tentada a seguir la costumbre de fumar de los hombres. Es la primera en envolver un Habano con una tirita de papel, con el fin de no mancharse los dedos.

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Otros tabacólogos alegan que la anilla se creó a mediados del siglo XX por los dandis de la época para no manchar con nicotina sus guantes blancos, muy a la moda en ese entonces.

Otros aseguran algo más lógico: que fue inventiva del sagaz dueño de una tabaquería de La Habana. Queriendo proteger su marca de falsificaciones decide identificar sus Habanos con una banda que lleve su marca.

Ciertas o no estas historias, el hecho es que los productores comienzan a usar anillas en 1860. Después, a alguien se le ocurrió hacer las anillas y logotipos artísticamente elaborados -algunas de gran belleza-. Más de siglo y medio después, coleccionar vitolas sigue identificándose con el hobby de la vitolfilia.

Las vitolas también son las variedades que en materia de tamaño y forma fabrica una marca de tabaco para complacer las preferencias del fumador.

Misterios, ritos y variedad de criterios al seleccionar una vitola

Los expertos fumadores de puros ponen el mismo cuidado al escoger un tabaco que cuando toman decisiones placenteras para su vida. Aunque existe una gran variedad de vitolas de las marcas, existen puros o vitolas más adecuadas que otras para cada ocasión.

Los puros pequeños son más apropiados para ocasiones menos importantes o para satisfacer una fumada de corta duración en casa. Las vitolas largas son para ocasiones importantes, o como complemento de una buena cena o acompañante del brandy preferido.

Al escoger un tabaco, lo primero, es su apariencia: tiene que estar bien vestido, ha de ser liso al tacto, de tamaño uniforme y de un espesor que se sienta firme entre los dedos.

Los Habanos no se deben fumar apresuradamente, deben ser disfrutados en un ambiente relajado y degustados como si fueran un buen vino o foie gras.

Existen no menos de 42 figuras y tamaños de Habano hechos a mano. Varían desde 100 hasta 240 milímetros de largo y el cepo -el diámetro medido en 64 partes de una pulgada- es de 26 a 52. ¿Fácil verdad?

Cepo, consiste en una plantilla con quince perforaciones, cada una representa el grueso del Habano, así se puede distinguir la diferencia entre un cepo de 42 y el 52.

Cepo toma su nombre de un instrumento de tortura donde se castigaba a los esclavos. Un madero clavado al piso, abisagrado con tres huecos, dos para las manos y uno para la cabeza, donde permanecían de rodillas mientras durara el castigo.

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Matrimonios e infidelidades

“Se dice que Moctezuma gustaba de fumar una pipa ceremonial después de cenar y recientes excavaciones en la Ciudad de México han sacado a la luz numerosas pipas de terracota”, asegura el historiador escocés Victor G. Keirnan.

Nuestro personaje, el Habano, se ha visto acompañado en ocasiones, al final de una cena, por un buen vino, o como pareja de alguien que busca con su inhalación encontrarse con el placer de lo ignoto, pero ahora también busca hacer nupcias con otros placeres. Como iconoclasta por excelencia, son múltiples las infidelidades a las que se presta.

Maridajes: En el último decenio, la lista de bebidas asociadas al Habano es impresionante.

A espirituosas como el coñac puede añadirse el armañac, el brandy de jerez, el whisky de malta, el tequila y, por supuesto, los rones cubanos, vinos oporto, champagnes y vinos blancos y tintos de denominación de origen de todo el mundo.

El delicado sabor del jamón ibérico ha sido identificado como un compañero ideal para un buen Habano; así también se han incluido hojas de tabaco en recetas de chocolates selectos.

Teniendo en cuenta que existen más de 250 tipos de Habano de gran estándar, y más de 30 marcas entre las que elegir, el número de combinaciones posible de maridar es enorme.

El criterio más generalizado para seleccionar un maridaje es proponer dos productos de fortaleza similar, para asegurarse que ninguno de los dos opaque al otro.

En consecuencia es apropiado degustar un Habano de gran fortaleza, con un ron poderoso, añejado por largos años en barricas de roble. En cualquier caso, los opuestos también pueden atraerse; por ejemplo, podemos acompañar un Habano fuerte con un Armañac de perfil suave. Lo importante es encontrar combinaciones de grandes productos que satisfagan al paladar.

Los Oscars de los Habanos

El Festival del Habano es el evento más importante para los amantes del Habano, algo así como los Oscar para los cinéfilos, pero con más tiempo de duración y más divertido.

Organizado por primera vez en 1999, se celebra cada año en La Habana, en febrero, durante una semana sin tregua.

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El festival se ha convertido en el mejor portavoz de las excelencias y fundamento de la calidad del Habano y es identificado como el espacio idóneo para intercambiar experiencias entre fumadores de todos los rincones del planeta. Durante agotadoras pero placenteras jornadas se rinde tributo al dios Habano y todos quieren adentrarse en los secretos atesorados de una tradición de siglos, por este personaje.

Actividades culturales, visitas a plantaciones -vegas de tabaco-, a la región de Vuelta Abajo donde se cultiva el tabaco de la más alta calidad así como seminarios de cata e intercambios sociales, se alternan con el contacto con famosas personalidades.

Los lanzamientos de nuevas vitolas y marcas son oportunidades para el descubrimiento de vitolas Premium, recién estrenadas, debut en sociedad de las nuevas cortesanas del Rey del Habano.

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Asisten al Festival más de mil visitantes de no menos de ochenta países: aficionados, profesionales, distribuidores, personalidades internacionales, estrellas del cine, especialistas y marcas de bebidas de fama mundial y gastrónomos.

Paralela al Festival, se desarrolla una importante feria comercial donde se negocian mercados. Se exponen, por artesanos, espectaculares humidores de lujo. Catas y nuevos maridajes de Habanos, con whiskies o coñacs, además de conferencias sobre distintos tópicos del tabaco, se pueden disfrutar.

Este evento único en el mundo culmina con una Cena de Gala, en la cual, la alta gastronomía, el buen vino y los grandes Habanos se hacen compañía. Una de las actividades culminantes de la cena consiste en una extraordinaria subasta de increíbles humidores, repletos de hermosos Habanos. En estas subastas se ha pagado hasta Us$ 105.000 por un humidor, recaudación que se destina a los servicios de salud de Cuba.

Esperamos que con estas líneas sobre las asechanzas, travesuras y aventuras de esta singular especie que ha recorrido el mundo dando placer, o como parte de cultos y ritos, restañador de heridas y dolencias, y testigo de grandes sucesos de la humanidad, le hayamos ayudado a conocer un poco más a Su Majestad el.

Ahora le preguntamos, amigo lector… ¿Quiere que le hagamos la historia del tabaco?

Aquí le acercamos una guía de algunos habanos disponibles en La Casa del Habano:

26 de Septiembre de 2018

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