Teníamos, hace tiempo, la idea de hablar de whiskies ahumados en esta sección de la revista. La idea me pareció muy interesante, pero quise ir más allá de la simple redacción de un artículo; entonces, me surgió la idea de organizar una cata donde poder interactuar con estos whiskies, hablar un poco sobre ellos con nuestros invitados y, sobre todo, escuchar algo acerca de la larga y rica historia de alguno de estos productos. Entre los invitados, había gente de la empresa Diageo, representanes de estos productos en el mercado paraguayo.
Cada una de las destilerías tiene sus propias características. Muchas de ellas son inconfundibles, por la región de donde provienen; como diríamos en el mundo de los vinos: por el terroir. Cada destilería tiene, además, un sinfín de diferentes whiskies, producto de los años de añejamiento, de la selección del tipo de barrica (usadas previamente para guardar otras bebidas), del tipo de grano utilizado para su elaboración (puede ser trigo o cebada, principalmente en Escocia, aunque pueden usarse otros granos).
Como producto final, las destilerías pueden presentar los Single Malt —considerado por muchos como élite de los whiskies—, o los blend, que no solo son mezclas de diferentes granos, sino también de diferentes edades de whiskies, buscando lo que los Master Blenders —lo que sería el enólogo para los vinos— desean; que es la perfección, tanto aromáticamente como gustativamente.
Durante la cata, que tuvo lugar en el restaurante Le Sommelier, degustamos cinco whiskies ahumados: tres de ellos blends de diferentes edades —uno de 12 años, otro de 15 y un “Non Age”—y dos de ellos Single Malts de 10 y 16 años, respectivamente. Todos fueron muy diferentes y pudimos disfrutar de cada uno —con sus propios atributos organolépticos— acompañado de quesos duros de primera calidad, chocolate Lindt 70% cacao y un puro Partagas Nº 5 serie D.
Para muchos, las preguntas deben ser: ¿Cómo un whisky, que es destilado, tiene aromas ahumados? ¿De dónde provienen estos aromas que se impregnan en el líquido?
La verdad es que hay dos formas simples. Una es mediante barricas usadas que fueron quemadas, y por eso tienen un toque ahumado que se trasmite al whisky. La otra deriva del proceso de secado de los granos, que suele hacerse con “turba”, una especie de carbón vegetal de consumo lento, que larga mucho humo; el mismo se impregna en los granos usados en la elaboración del whisky. El líquido es bastante sensible y absorbe aromas y, en este caso, el contacto tanto con la barrica como con el humo de turba influyen en el perfil aromático del whisky.
¿Vaso corto (old fashioned) o vaso largo? Para mí, el vaso largo es para mezclarlo con otras bebidas o hacer cocteles. Ahora, al momento de degustar un whisky, sin otro aditivo que no sea agua y hielo —más o menos 50% de whisky y el otro 50% agua mineral—, donde se diluye el tenor alcohólico de un 45º a un 23º de alcohol para poder sentir sus aromas y degustarlo más fácilmente, la única opción es el Vaso Corto que con su boca ancha permite, tanto a los labios como a la nariz, sentir todos aquellos aromas volátiles que deja escapar esta noble bebida en donde se percibe un infinito de aromas cuando la nariz está bien afilada.
Disfrutamos del dulce “Johnnie Double Black”, del elegante “Johnnie Black Label 12 años”, del exquisito “J&B 15 años”, del tosco “Talisker 10 años” y del fantástico “Lagavulin 16 años”. Cada uno de ellos en sus diferentes tenores de ahumados, donde el que más predominaba fue en el Whisky Single Malt Lagavulin 16 años, particularmente uno de los mejores en el mercado nacional, pero que muchos desconocen.
Whisky con quesos, parecía extraño desde fuera, pero al paladar le encanta este maridaje. El Double Black con chocolate amargo Lindt y el Lagavulin con un puro.
Preciados lectores, consumidores y fumadores de buen tabaco, ustedes saben apreciar lo bueno. Salud a todos y gracias por estar presente en aquella hermosa noche de “humo”. Nos volvemos a ver en el próximo número.