21 de Noviembre de 2024
The Wine Bar & Co, besando vinos.

Por Christian Kent

Dos de la siesta un martes, acabamos de salir de un opíparo (adjetivo heredado de mi madre) almuerzo en Combitos: berenjenas con albahaca, Luo Han y una sopa de ramen que estaba para meter la cara dentro y hacer burbujitas. Ale, la nueva coordinadora editorial de alacarta, chica millenial amante de los buenos vinos y el buen comer, tira la satánica propuesta de “pasar un rato a conocer” The Wine Bar and Co. en Paseo La Galería. Nos acompaña también Brian, director creativo de la revista, que, como todos nosotros, se prende con agua. Así que uno puede imaginarse el peligro que implica mojar los labios con vino un martes cualquiera a la hora citada, en un espacio donde lo que no falta son las botellas. A pesar de todo, aflojamos el cinturón y nuestro auto fue tragado por el estacionamiento de las Blue Towers. Confieso que soy de esas personas que se plaguean más de la cuenta. Pero los plagueos no siempre son intrascendentes, de hecho, en Combitos me quejaba de que en Asunción no hay buenos lugares para tomarse unos vinos por copa y ese plagueo nos llevó hasta el Wine Bar, donde el vino por copa es tal vez la mejor experiencia. La dinámica del Wine Bar es simple. Pedís una tarjeta en la barra (sin costo) con una carga mínima de G 50.000. Esa tarjeta la insertás en la máquina dispensadora de vino y según el vino que elijas se te va debitando el saldo. Por supuesto, Ale, como buena millenial, tenía ya una tarjeta en la billetera con 50 mil guaracas que prometían convertirse en sedosos y excitantes vinos. Para oficinistas sogues como nosotros, en un día cualquiera de almuerzo en que planeábamos gastar máximo 25 mil, la mejor opción es la medida más pequeña, de degustación, que apenas tiñe la base de la copa, pero te permite tomar toda la variedad con precios desde 7.000 hasta 20.000 guaraníes. ¡Y estamos hablando de vinos serios! Nada de esa cosa “de la casa”. Brian fue por un rosado de Provenza, Francia, el Chateau des Muraires, derribando ese arcaico mito sexista de que los rosados son para señoritas. Ale, que tenía más sed que los perros, abrió el buche con un chileno, el Undurraga Founder’s Collection Carménère, y pidió otra copa limpia para ver como bailaba dentro un chorro brillante de Petit Fleur Malbec, argento claro, con un simpático sabor a mermelada de ciruela en la boca. Yo fui por un viejo amor: Emma Zuccardi Bonarda, un vino que cierta vez lo bebí al lado de la señora Emma, comiendo en el restaurante Pan y Oliva, de su nieto, en Mendoza. En resumen: si te gusta el vino, andá al Wine Bar y comprá un boleto para subirte a la atracción de vinos por copa. Buenísima manera de comparar vinos, de probarlos y encontrar tus favoritos para estas fiestas.


The Wine Bar and Co. 0986 422300

23 de Noviembre de 2016

alacarta

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