[unitegallery atipico_donde_lo_tradicional_no_es_lo_de_siempre]
Atípico, un comedor nada típico pero más que tradicional del centro asunceno, llegó a Senador Long; más refinado, más grande, con propuestas un poco más elaboradas, pero siempre manteniendo ese toque cotidiano, convirtiéndolo en una propuesta única para quienes hacen su día a día en la zona de Carmelitas.
Ahora con capacidad para 130 personas, cada ida a Atípico puede ser distinta a la anterior, dependiendo del momento del día y el lugar que escojamos. Desde la terraza para absorber unos rayos de sol; el restaurante, donde predominan el blanco en las sillas y mesas de aire rústico; el patio, adornado con pallets y pequeñas planteritas con flores, hasta el salón privado; un día aquí no es igual al siguiente.
Abierto de lunes a lunes en horario continuado desde las 7 de la mañana, los antojos a deshora pueden llamarse una especialidad de la casa. Para almorzar, las opciones se ajustan a cada capricho, estómago y bolsillo; el menú a la carta; el menú ejecutivo, el buffet o el salad bar. La idea es ofrecer una gran variedad de productos sin demasiados condimentos ni frituras, con una propuesta distinta cada día de la semana.
Un lugar donde un generoso plato de sopa de pescado de lomo de surubí (G 24.000) se consigue durante todo el día, no teniendo que cruzar la ciudad, batallar por estacionamiento ni hacer largas esperas para encontrar un lugar donde sentarse, era lo que faltaba hacia estos confines de Asunción.
El soyo con tortillitas (G 22.000) y el vori vori de pollo, (G 22.000) delicias que solo podemos disfrutar cuando las mamás se toman el día libre en el trabajo o nos guardaron un tuppercito para llevar a la oficina, son cosas de todos los días en este lugar que se siente más casa que restaurant.
Entre las innumerables opciones de la carta, destacan los clásicos de siempre, en tamaños que obligan a hacer puente hasta el día siguiente en la oficina. La exorbitante milanesa a caballo (G 30.000) o una picaña a la muzarella (G 34.000) pueden pedirse con una guarnición a elección, que para mí, en todos los casos, si es arroz kesu resulta inmejorable. Ahora, con spaghettis a la manteca, mandio chyryry o un puré de papas con andai como el de casa, no suena nada mal tampoco.
Las opciones para desayunar o merendar, entre dulces pastafrolas, alfajorcitos de maicena recargados de dulce de leche, brownies húmedos y un mostrador que tienta con opciones de tortas, son de esas tentaciones que nos hacen romper los lunes de dieta, y con gusto.
Ahora, si juntarse después del trajín laboral es la idea, una Picada Mexicana Completa (G 50.000) es la mejor compañera de una cerveza helada y no desentona si seguimos uniformados. Con burritos bien cargados de carne o pollo, quesadillas finitas y bien crocantes y un bowl de nachos acompañados de sour cream y una dulzona salsa picante, no hay mejor manera de terminar un martes pesado.
La carta de tragos ofrece un abanico de paraguayidades que no solemos encontrar en el típico bar de la zona, donde muchas veces la misma caipirinha se sucede una tras otra como salidas de una máquina. El Fuerte Olimpo (G 20.000) viene en un degradé espumoso de rojos, naranjas y amarillos intensos servidos en un vaso alto y combina en sus sabores licor de melón y jugo de naranja.
Dato no menor: Después de corretear por el patio y pintar todas las paredes del playroom diseñado especialmente para ellos, los niños (de verdad, no de alma) pueden disfrutar de un menú especial para ellos, con opciones de milanesa, hamburguesa, spaghetti o quesadillas por un precio fijo de G 18.000.
Buena comida, buen servicio, un lindo local… y a precios que no fulminen en Carmelitas, eso sí que es atípico.