19 de Abril de 2024
¿Cámara? ¿Sonido? ¡Acción!

Los buenos bares me recuerdan al cine. Es evidente que en ellos se monta una escenografía que, al igual que en los films, funciona solo si no se la percibe como tal. En el cine hay sonidos, fotografías e interpretaciones que parecen reflejar las cámaras, los micrófonos, las panzas de los técnicos, los monitores y toda la parafernalia que se despliega alrededor de un rodaje, incluido el catering. Trabajos en los que sucede todo lo contrario, por suerte, sobran. Por ejemplo, cuando no lo vemos a Marlon Brando en «El padrino» (Coppola, 1972), sino que siempre estamos frente a Vito Corleone.

Con los bares sucede algo parecido. Si el barman no sabe, si la música desafina con la iluminación, si la arquitectura se contradice con el concepto, o si las copas contienen el trago equivocado, se nota. Y es ahí cuando, queramos o no, le descubrimos el maquillaje al actor.

Creo que los buenos bares sirven para todo (quien no esté de acuerdo con la afirmación, recuerde que varias personas –hombres y mujeres, por igual– eligen un bar ¡para terminar noviazgos que llevan años!). Decía que los buenos bares sirven para todo. Y entre todo, elegí de secuaces a dos personas muy talentosas que –casualidad o no– recién terminaban de filmar una película: Kuku Flecha y Rafa Alfaro.

Así que acá empieza el recorrido, con un plan de rodaje que aseguraría la «Palm d’Or».

Jornada 1. Rooftop Ten, The Brooklyn Hotel y Morena Bar

Pasé a buscar a Rafa por «Cine al aire», una idea que tuvo hace algunos años y hoy sigue siendo genial: proyectar películas clásicas en el enorme jardín de su casa, con entrada libre y gratuita. El taxi nos llevaría hasta cada uno de los destinos. Y lo importante de este dato no es saber cómo fuimos, sino cómo volveríamos. Lo sabemos todos: si se toma, no se maneja.

ROOFTOP TEN

¡ESTOY BEBIENDO LAS ESTRELLAS!

La primera impresión del «Rooftop Ten» es perfecta, porque nos recibe la barra. Es casi una declaración de principios.

En la terraza –amplia y serena–, hablamos sobre el proyecto de ley del cine paraguayo. De la importancia que tiene para el sector y la desidia característica de quienes deben legislar, pero solo se mueven ante el rédito político inmediato. El tema nos llevó a elegir tragos a base de caña paraguaya, que Martín preparó con erudición y cariño. Llegaron a la mesa dos cócteles: el Rooftop Sun Down Punch –trago que magnifica la vista desde la terraza– y uno impronunciable que mezclaba caña, menta, zumo de limón y más de un secreto. Los acompañaba una picada con ceviches y frutos de mar, que maridaba tan bien como cine y maní con chocolate.

Yo seguí con un tal Lucky Charm –porque me gusta el gin–, mientras Rafa, con sabiduría, se decidió por “algo que tenga más de quince años”. En este estado de abundancia, llegamos a la conclusión –elemental pero aún sorprendente– de que nos salvan los soñadores: «Hamaca paraguaya», «Overava», «7 Cajas», «Universo Servilleta» y todas las demás, son mucho más que películas; son luces que nos guían entre tanta tiniebla. Y por esos espíritus preclaros brindamos.

Rooftop Ten: 5 estrellas, más todas las del cielo de Asunción.

Película: Midnight in Paris (Woody Allen, 2011), la escena en la terraza del hotel Le Meurice. Rooftop Ten / Aviadores del Chaco 2066 (Hotel Sheraton) / (021) 617 - 7132.

 

THE BROOKLYN HOTEL

La contraseña es “César”

No es novedad: el Brooklyn es un bar en plan speakeasy. La primera puerta de entrada –no me pidan la calle porque no soy un soplón– nos lleva a la recepción de un viejo hotel. En ese momento empieza el cuento sobre los porqués de la falsa fachada.

Una vez adentro, nos encontramos en un típico patio abierto de Asunción. El lugar tiene magia. Tanta que hasta nos olvidamos de la música, que no está bien elegida (al menos no en los términos conceptuales del bar).

La casa es perfecta. Tiene un par de livings que brindan cierta intimidad, un balcón en el primer piso y una cantidad de recovecos que nos permitirían escapar si llegara a haber una redada. En estas cosas veníamos pensando con Rafa, cuando nos topamos con la verdadera verdad: César, el barman.

Quisimos tomarlo por sorpresa y le pedimos cosas fuera de la carta. Como si fuéramos personajes secundarios y pendencieros de una de Scorsese, exigíamos “algo con whisky”, “algo con mucho ron”, casi con la mezquina intención de que el hombre no pudiera cumplir. Pero César sabe lo que hace. Y lo que hizo fueron dos tragos que elegimos tomar hasta la última gota. El que gritó “whisky” se llevó el Fast Watch de Almendras, base de Johnnie Gold, cítricos y algunos efectos especiales que incluían el jugar con fuego. Al de “algo con mucho ron”, le tocó el Carrulim 2.0, trago que engorda vacas y rejuvenece ancianos.

Aquello no sería todo, claro. Maridamos una degustación de nigiris fresquísimos, con un par de tragos que ganarían Oscar a Mejor diseño de producción: Holy Bible y Luxurious Smoke.

The Brooklyn Hotel: al César lo que es del César.

Película: Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984). En su propio speakeasy, Noodles (de Niro), Max (James Woods) y el resto de la pandilla, brindan en el mejor momento de sus vidas. The Brooklyn Hotel / Cruz del chaco 957 / (0985) 603 - 996.

MORENA BAR

El deseo de vivir

Sé que Morena es, además de un bar, una discoteca. Con Rafa no estábamos allí para bailar; así que encaramos a la barra con decisión. Es muy larga y creo que de mármol. Detrás nos esperaba Jorge, el barman, un personaje que poco a poco nos iría cautivando.

Lo primero que sentí es que Jorge se divierte con lo que hace. Esta postura se nota en el resultado final de sus tragos y especialmente en su elaboración. Para desplegar su arte, el hombre se ayudaba con una cantidad de artefactos inimaginables, incluidas una copas barrocas, semejantes a cálices medievales o trofeos del ATP de tenis.

Para mí, el más grande entre los dioses del Olimpo, por lejos y de cerca, y cualquiera sea el porqué, es Sandro. Morena –más precisamente sus tragos– me recordaba el exceso, las florituras, la generosidad y la desfachatez que definen la fascinante personalidad de mi único ídolo.

Jorge nos sirvió colores. Arrancó con el trago de la casa, que, por supuesto, llevaba blue curaçao y doble adorno de frutas. Inmediatamente después, descargó su batería de ases bajo la manga, con el Cocido Morena –whisky 15 años, cocido quemado, amaretto y una nube de vapor que ahumaba y teatralizaba–, el Martini Swing –rojo como las rosas de Sandro– y el Celebrity, que mezclaba vodka y jarabe de arce.

Sandro tomaba whisky en las rocas. Pero si buscara un golpe de escena, sin duda recurriría a los tragos de Morena Bar.

Morena Bar: “es fuego abrasador y es manantial”.

Película: El deseo de vivir (Julio Saraceni, 1973), con Rolo Medina (Sandro) cantando “tú naciste hecha a mi medida”. Morena Bar / Avda. España y Avda. Sacramento / (0984) 125 - 100.

  Jornada 2. Mariano Domingo, Detroit 1920 y Morgan Warehouse Era una noche perfecta para ir de bares con Kuku (difícil que cualquier noche no lo sea). Pasé a buscarla por algún lugar de Asunción y encaramos directo a la calle Palma, el viejo y aún potente corazón de la ciudad. En el aire flotaba el eco de esa sonrisa canchera que supone tener un invierno de noches cálidas. MARIANO DOMINGO

Como si el living de casa tuviera un barman

Helen Sinclair (Dianne Wiest): Two martinis, please. Very dry.

David Shayne (John Cusack): How'd you know what I drank?

Helen Sinclair (Dianne Wiest): Oh, you want one too? Three.

Con la parodia de ese gag genial de «Bullets over Broadway» (Woody Allen, 1994), empezamos con Kuku en el Mariano. Nos parecía divertido el chiste. Pero más divertido aun nos parecía tomar tres martinis. Al final, fueron dos. El clásico para ella. A mí me tocó el dirty, y acepté el adjetivo de buen grado, asumiéndolo para mí en su acepción de obsceno.

Kuku venía de terminar de rodar una película. Me contó que se llama «Yatay», que no tiene una estructura convencional, que el director es Simón Franco, guionista de Guaraní (Luis Zorraquín, 2016) y que aún está en proceso de post. Esta charla –así, sin cortes– se puede dar en muy pocos bares de Asunción. Uno de ellos es el Mariano Domingo. Brindis.

La música del Mariano está siempre bien. No hablo solamente de la elección de los ritmos, ni las canciones. Es el momento en el que suena cada cosa, el volumen y, por supuesto, el sonido. A veces no sé si la música acompaña los tragos, o al revés. Y eso que los tragos son buenos en serio.

En algún momento de la noche recordamos «Casablanca» (Michael Curtiz, 1942). La escena en la que Rick (Humphrey Bogart) rompe su regla fundamental y se sienta a tomar alcohol con sus clientes, entre quienes está Ilsa Lund (Ingrid Bergman), su único y perdido amor. En esa mesa todos toman French 75, un cóctel con base de gin y champagne, que Ema nos preparó sin necesidad de encomendarse a San Google. Intento decir que en el Mariano Domingo saben lo que hacen. Y todo lo hacen bien.

Mariano Domingo: 5 martinis, contundencia y elegancia.

Película: The Spy Who Loved Me, (Lewis Gilbert, 1977), James Bond y el mítico Lotus Esprit, que surcaba las profundidades del mar. Mariano Domingo / Palma 425 / (021) 492 - 066.

DETROIT 1920

The world is yours

La única puerta escondida de todo el Paseo Carmelitas custodia el secreto Detroit, otro speakeasy de Asunción, que tiene su propia personalidad.

Aquella noche tocaba un músico que –hasta donde sé– no forma parte estable del lugar. Mejor. Su guitarra acústica no le hacía honor ni al espacio, ni al concepto del bar, ni a la barra, sector adonde nos dirigimos sin demora, porque aún teníamos sed y –más decisivo– porque sentíamos la firme necesidad de evadirnos de aquellos covers malditos.

Superado aquel momento de incertidumbre, nos dimos cuenta de que Detroit tiene todo para ganar. La barra es casi tan larga como la versión rusa de «Guerra y Paz» (Serguéi Bondarchuk, 1967), el barman sabe lo que hace y la cocina es excelente. Llegaron dos tragos de la casa: Town 313 y Hockey Mint, ambos con base de bourbon, ambos equilibrados y profundos.

Mientras me hablaba de su papel en «Luna de cigarras» (Jorge Bedoya, 2014), Kuku supo que debíamos comer algo. Pedimos langostinos y tartar de salmón y atún. Ya dije que la cocina es excelente, ¿no? Y como en los buenos lugares cocina y bar son mitades complementarias, junto con los platos aparecieron un par de tragos. Kuku tomó algo muy rojo. Yo, con ánimo de respetar la paleta cromática, pedí un Negroni, cóctel preferido de Orson Welles y difícil de preparar en su simpleza. Pero Detroit la volvió a pegar. Rosebud.

Detroit 1920: 4 alambiques que se burlan de la ley seca (5, si no dejan entrar nunca más al músico).

Película: Scarface (Howard Hawks, 1932), escena final, tiroteo y muerte. Detroit 1920 / Avda. España c/ Malutín (Paseo Carmelitas) 1429 / (0986) 777 - 501.

MORGAN WAREHOUSE

Si vas con Bonnie, tenés que portarte como Clyde

Llegamos tarde y el lugar estaba lógicamente lleno. Así que Bonnie decidió sentarse sobre un escritorio, estirando sus largas piernas, mientras yo iba a la caza de los tragos.

Creo que llegó el momento de confesar un par de cosas. La primera es que Morgan Warehouse me parece uno de los mejores golpes de Asunción, con sus chesterfields, la leyenda que rodea al lugar y esa barra que es un exceso brutal de botellas, cócteles y swing. La segunda es que, a esta altura de la noche, los nombres y las composiciones de los tragos habían pasado de un lugar secundario –siempre prefiero las sensaciones– a no figurar ni en la más extensa de las listas. Esta aparente falta de rigor profesional no me molestaba en absoluto, por supuesto. Creo, incluso, que cuando se está en un buen bar, lo más inteligente es dejar las cosas en manos de los que saben, que en el Morgan son muchos. Y otra cosa aún más importante: la falta de averiguaciones técnicas con respecto a un trago es signo de confianza.

Sé que todo lo que tomamos y comimos nos hizo mejores. Sé que Kuku era Bonnie Parker y yo pretendía ser Clyde Barrow. Sé que, al igual que ellos, nos reímos, nos excedimos, hicimos fotos provocativas y nos divertimos como si a la salida nos fueran a coser a balazos.

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Morgan Warehouse: una Tommy Gun (ametralladora preferida de los gángsters) vaciando el tambor a discreción. Película: Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967), la escena en la que Clyde (Warren Beatty) le enseña a disparar a Bonnie (Faye Dunaway). Morgan Warehouse / Del Maestro 722 / (0971) 670 - 255.

https://www.youtube.com/watch?v=NFdR5eeL0Xg

27 de Octubre de 2017

Rodrigo Silvero

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