Las tropas inglesas apostadas en la India sufrían considerables bajas a causa de la malaria. La cura se encontraba en la quinina. Y la quinina se extraía de la corteza del Árbol de la fiebre. El problema es que la quinina es extremadamente amarga, incluso para ser un remedio. Así que los siempre ingeniosos ingleses la empezaron a consumir mezclada con agua y azúcar. Y como una cosa lleva a la otra, un día decidieron agregarle un poco de chispa, añadiéndole al brebaje dos o tres partes de gin, según los gustos.
¿Conclusión? ¡Viva la medicina preventiva!