19 de Marzo de 2024
En la esquina de Estrella y Alberdi está El Bolsi. Esta afirmación parece una obviedad, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta los tiempos que corren.

Así que podríamos decir que en la esquina de Estrella y Alberdi, para alegría de todos los que vivimos en Paraguay, sigue estando El Bolsi.

El lector sagaz se habrá dado cuenta de que la parte importante del párrafo anterior tiene tono de noticia. El porqué es tan brutal como la realidad. Sabemos que detrás de El Bolsi -y de todos los pequeños y medianos comercios- hay historias de valentía, de sacrificios y noches febriles ocupadas en inventar soluciones para mantener a flote el negocio, el trabajo. Como también sabemos que no todos los comercios lograron superar la crisis, la noticia de que El Bolsi sigue estando en la esquina de Estrella y Alberdi no solo es una doble alegría sino, sobre todo, una esperanza con forma de mesas, cubiertos, comida y sonrisas.


 

 

Durante algunos largos meses, El Bolsi sobrevivió a fuerza de delivery, recurso que aportó oxígeno a, incluso, restaurantes de alta gastronomía de todo el mundo. El pedido llegaba como siempre, con las ventajas y desventajas de cualquier delivery, con la bonhomía del repartidor al entregarnos el ansiado paquete y con la satisfacción personal de saber que con cada pedido se colaboraba con la idea de que El Bolsi debía seguir estando en la esquina de Estrella y Alberdi. Pero a mí, personalmente, durante estos meses de delivery, me quedó en boca, cualquiera fuera el plato pedido, un ligero sabor a nostalgia. Y es que la barra de El Bolsi no se puede replicar ni siquiera en casa.

Con el paso del tiempo, las cosas, aparentemente, mejoraron. Así fue que comenzaron a abrirse los bares y restaurantes de Asunción. Y un día, seguramente soleado, El Bolsi nos volvió a recibir. Como antes, pero distinto. Con la alegría de siempre y los protocolos que ya conocemos, con la misma larga carta y el alcohol en gel a mano, y con la simpatía de sus mozos, mozas y resto de colaboradores, que le aportan ese sabor tan particular a todos los platos que salen de la cocina.

 

 

En ciertas circunstancias, las cosas no son mejores ni peores, sino que simplemente cambian. La barra de El Bolsi, como no podía ser de otra forma, cambió. ¿Cambió mucho? Los platos, el ritmo y la atención son los de toda la vida, la mesada sigue siendo la que tanto nos gusta, las sillas siguen estando a la altura perfecta y las conversaciones giran más o menos sobre los mismos temas de siempre, con el protagonista de estos últimos y extraños meses en franca retirada, no importa si porque ya aburre, si porque solo se basa en especulaciones o si porque, sencillamente, el tema se agotó. La cuestión es que en la barra de El Bolsi seguimos hablando del calor que hace afuera, de lo rica que está la sopa de surubí, de los goles de Rubio Ñu, del trabajo, de cuándo es el próximo feriado y del único tema verdadero, el amor.

"Bueno, flaco, ¡¿y entonces qué cambió en la barra de El Bolsi?!" -pregunta el lector con justificada impaciencia. Mensaje recibido, acá está el cambio: a la mesada se le han adosado unos paneles de vidrio templado, que separan a unos comensales de otros. Estas paredes transparentes cumplen la noble función de protegernos entre nosotros, esto es claro. ¿Quitan cercanía con el desconocido de al lado, que es una de las gracias de una buena barra? Puede ser, quizás un poco, pero no es grave ni importante, por dos razones. La primera, porque como acorda- mos antes, las cosas no son peores ni mejores sino que cambian. Y este ajuste era nece- sario y es pasajero. El segundo motivo es que los blindex no nos se- paran individualmente sino en grupos de dos. Así que aún podemos ir acompañados para chocarnos los codos mientras comemos, brindar con cerveza o agua mineral, robarnos mutuamente el pan, compartir el postre y decirnos cosas lindas al oído. Que para eso, para ser felices, vamos a El Bolsi.

 

El Bolsi - Estrella 399 c/ Alberdi - (021) 491 841.

4 de Diciembre de 2020

Rodrigo Alcorta

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