La puerta ya estaba abierta. Hay casas táctiles, donde uno más que ser invitado es acogido. Así es la casa de Lucy Yegros. Todo en ella es casi accidentalmente ornamental; es más una combinación elegida por su valor sentimental —el uniciclo circense transformado en lámpara, la hamaca en medio de la sala, el ataúd verde con un extraterrestre verde inflable dentro, las obras (de Ignacio Núñez Soler, Mabel Arconde, Susana Romero, “pocas mías, sería como tener espejos en todas partes”, dice)—, una especie de álbum tridimensional de sus experiencias, viajes y querencias. Su despensa funciona con la misma lógica de coleccionista: sal marina de Ibiza con flores de hibisco, tés de Kew Gardens, café de Antigua, pasta de morrón, sésamo, miel y paprika, todo cortesía de familiares y amigos que van y vienen de cerca y lejos. Tiene puesto un vestido floral suelto, labios rosa fuerte que coquetean con el rojo, sus característicos dos puntos de delineador negro en el centro del párpado inferior y su peinado hipster, que fue hipster mucho antes que la palabra fuera etiqueta corriente. Está en el patio, hablando de su tortuga, que come los desperdicios vegetales de su cocina. Nos muestra la tina, también en el patio. “¿La usás?”, pregunta Mandelik, nuestra fotógrafa. “¡Claro!”, responde tajante. Adentro hay melón cortado sobre la mesa. “Siempre picoteo mientras preparo la comida, o tomo algo”, dice Lucy, mientras espolvorea paprika sobre la ensalada de pepinos, vinagre de manzana y ka’a he’ẽ. Aurora —“que es más que mi hermana, está conmigo desde que mi hijo mayor Octavio estaba en la panza”— está preparando unas tortillitas de mandioca de forma maravillosamente simple: mandioca cruda rallada echada directamente a una sartén pequeña con unas gotitas de aceite, cocinada como un mbeju. Hay también una ensalada de hojas verdes, aguacate y tomate, pan negro y blanco para untar con manteca de maní o la pasta de morrón, sésamo, miel y paprika que prepara Thomas, su amigo alemán de Aregua, y como plato principal, un guiso de maní con arroz blanco. Para tomar, limonada con semilla de aguacate, jazmín, menta’i y mucho hielo.