En Asunción hay una barra que conocemos todos y es la de Sacramento. No me refiero a la avenida -que no debe tener barra- sino al bar que se llama, según reza el nombre completo, Sacramento Brewing Co.
Aquella barra no es la que visitamos hoy. La de hoy es otra, pero se llama igual: Sacramento Brewing Co. Para diferenciarlas, a esta se le agregó una especie de segundo apellido, que tiene su razón en las coordenadas donde está el bar, el aún bonito, agradable y amistoso barrio Las Mercedes.
El Sacramento Brewing Co. Las Mercedes es chico. Hablo de metros cuadrados. Y es chico a propósito. Ahí, está el espíritu del bar. Es un bar de paso, donde probablemente nos encontremos con algún amigo, y aquella cerveza que teníamos en mente termine siendo más de un par.
Sé que existe un nombre técnico para esta clase de bares (pequeños, de paso). Lo sé porque me lo dijeron ahí mismo, en el Sacramento Brewing Co. Las Mercedes. Pero no recuerdo el nombre. Sucede que, con toda lógica, mi atención estaba puesta en otro sitio. ¿Dónde? En la heladera. Y es que desde allí, precisamente desde allí, me miraban unas cuantas decenas de latas de cerveza. Todas coloridas, todas cascabeleando para llamar mi atención, para hipnotizarme, y una vez dominado -cosa que lograron en tiempo récord-, morderme e inyectarme su delicioso veneno.
¡Por supuesto! El anglicismo "brewing" nos evita largas y tediosas explicaciones. Se trata de cerveza. ¡¿Y cómo no, si estamos en Paraguay?! Qué inteligente suele ser lo simple.
Los amigos del Sacramento no son monjes, pero elaboran sus propias cervezas, creo que esto también lo sabemos todos. No trabajan en húmedos e inaccesibles monasterios, sino que aprovechan la tecnología y pagan sus impuestos con religiosidad. Esto último quizás sea un invento mío (o no), sólo intento decir que la de Sacramento es cerveza artesanal, elaborada con cariño y sapiencia, por gente que se regocija en su labor. Y todo esto se nota en boca.
La mayoría de sus cervezas las elaboran ellos solos. También tienen cervezas invitadas y otras que elaboran en colaboración. Por ejemplo, la de mango, que la pergeñaron junto al proyecto Calles de Asunción. El listado es tan largo como el de Bubba y sus formas de cocinar camarones (¿quién no recuerda esa escena genial de Forrest Gump?). Sin ánimo de nombrarlas a todas: la Chuchi, una lager que refresca; la Churro Campaña, una golden ale amistosa; la Correlí, cerveza roja, más intensa, más amarga; El Mensualero, toda una aventura, producida con yerba mate orgánica. En Sacramento, además, cuando se pregunta con timidez por una cerveza negra, te responden que tenés para elegir. Una es la Arriero Porter, cremosa y oscura como el adulterio.
No solamente cervezas elaboran en Sacramento Las Mercedes, también platos que vale la pena probar y que siempre, pero siempre, tienen presencia de la cerveza. En la salsa en el marinado o donde sea, siempre aparece la cerveza, como un rasgo de devoción al producto principal. Tienen, por ejemplo, una hamburguesa -no sé si era la American Burger o la Cheese Burger, sé que no era la Veggie Burger- que marida tan bien con la Churro Campaña, que no sabemos si hicieron la cerveza pensando en la hamburguesa o la hamburguesa pensando en la cerveza.
Sacramento Las Mercedes comparte la cocina con el restaurante Indigo, que está pegado. Así que podemos elegir los platos que despacha uno u otro. Y siempre va a haber una cerveza que le caiga bien al plato que sea.
La barra del Sacramento Las Mercedes es chica, por supuesto, acorde al tono del bar. No tiene taburetes, sólo las manijas para tirar cerveza y las heladeras, sugerentes y hechiceras. En Sacramento todo, pero todo, gira alrededor de la cerveza. Todo, hasta el estado de ánimo. Como aquella música de Mano Negra, Santa Maradona. Manu Chao grita “fútbol, fútbol, fútbol/fútbol, fútbol, fútbol”. Acá pasa algo parecido pero con cerveza. Claro que, con cerveza, la métrica no da. Bueno… ¡birra, birra, birra!