28 de Marzo de 2024
Expo Vino 2018: 10 años chocando copas

majo herrero

7 horas y 42 minutos de la mañana. 29 fotos borrosas de 27 botellas de vino, más dos selfies nada favorecedoras. Unas 10 tarjetas personales húmedas y arrugadas en el fondo de la cartera. 30 años de vida, 10 años de Expo Vino, 1 año de tiempo hasta recuperarme del monumental akarasy.

12 horas antes llegaba sintiéndome como colada a un quince; tímida y con culpa por no recordar el nombre de la cumpleañera. No sé si estaba preparada física y psicológicamente para tomar tanto vino. Talleyrand Costanera abarrotado de gente y yo, sola con mi alma, invadida por la sensación de ir a rendir sin haber estudiado.

Admiro a la gente que se disfruta a sí misma y no necesita de nadie más en el mundo para pasarla bien. Yo por el contrario, soy un animal de manada. Sola me siento eso, sola.

Entrando con torpeza al gran salón, me intimida la conversación mental en mi interior. El sonido de los violines me recibe en combinación al perfume dulce de señora, maridado con el hipnotizante aroma a empanaditas que se esfumaban de las bandejas de una legión de mozos que recorrían el local en constante apuro.

Antes de siquiera atinar a buscar una cara conocida, calculé que me relajaría un poco con la primera copa de vino. Empiezo en Valle de Colchagua, Chile, con un Novas Gran Reserva de la bodega Emiliana. Un blend de Carménère y Cabernet Sauvignon; quedo cautivada con la historia de este viñedo orgánico, donde las gallinas se comen a los bichos y las ovejas se comen la maleza. Me enamoré de este vino; elegante y fácil de tomar.

Sigo intranquila, con la mirada fija en el celular. Siempre dije que para los 30 años sabría tomar vino. De la sangría aguada que nos servían en las fiestas de quince, pasando por el vino en cartón con gaseosa, hasta disfrutar de una copa de vino blanco un domingo al mediodía, llegaron los 30 y no sé si la sabiduría vinera llegó del todo.

Perdida en mis pensamientos, levanto la vista y una cara amigable me invita a acercarme; Pamela Alfonso, directora de fincas de Altavista, me invita a degustar un Alta Vista Terroir Selection. Un 100% Malbec que combina uvas de cinco fincas distintas en Luján de Cuyo, Mendoza. La segunda vuelta, de la misma gama, pero Cabernet. El Malbec, con una linda acidez que no cansa, fue una de mis sorpresas. Hasta le puse un emoji de estrellita al lado en las notas del celular. 

expo vino

270 vinos en 45 grandes tablones disponibles. Aunque fui con la intención de pegarme a alguien que me acompañara en el recorrido, terminé pasando casi toda la noche sola, guiada únicamente por la siguiente copa que desaparecía frente a mis ojos.

Así, de pronto, me topé con un mendocino: Benegas, un blend de Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Merlot, criado durante 18 meses en barricas de roble francés. Primero revoloteo la copa, viendo si me mimetizo mejor entre los asistentes de la noche. Luego, comprendo que este gesto clásico es el equivalente a alzar el volumen de la radio para escuchar mejor la música.

Dándome cuenta de que seguir un orden en el recorrido era algo imposible, me encuentro frente a frente con un robusto Chadwick y termino con un Don Bernarda 2014 de Luis Felipe Edwards. No llegué a probar el Fond de Cave Gran Reserva de Trapiche, que aún seguía sin destaparse cuando por ahí pasaba. Quedamos en encontrarnos el año que viene.

Pausa. Suena Careless Whisper de George Michael, himno cursi y meloso del food porn si lo existe, y recuerdo que estaba con apenas el almuerzo encima. Me acerco a la gran mesa de quesos y se esfuman ante mis ojos brie, uvas, nueces, más brie, pancito aquí, pancito allá.

De pronto, escucho que se quiebra en mil pedazos la primera copa de la noche. 9 pm clavado. Oficialmente empezó la fiesta.

Wine and fly, un surtido de vinos jóvenes de alrededor del mundo, me llevó de viaje un ratito. Esta nueva y variada línea de Mateo Wines está pensada para iniciarse en el mundo de los vinos, y aunque mi noche ya había iniciado hace muchas copas atrás, su moderno diseño se llevó para mí el premio a “Vino que compraría por la etiqueta”. No podía irme del stand sin probar también el Indomita Reserva, un Carménère deliciosamente juvenil.

Al instante, me topé con la primera cara conocida, la bella Les Dauphins Reserve, un rosado que tenía que volver a probar sólo para recordar un placer repetido. Perfumado y agradable, fue como encontrar a una vieja amiga en un mar de extraños. Ya que estaba por ahí, disfruté además unos Lorca Fantasía; un Viogner dulce y otro Malbec Syrah. Caramelitos para el alma.


Segunda copa rota. Hora de tomarme una pausa porque a ese paso, la tercera de seguro la rompía yo. Leo camino a la salida "menos blablablá y más glugluglú", y me doy cuenta de que prácticamente no hablé en toda la noche, fui a oídos abiertos y garganta insaciable a celebrar que el vino existe y se vive.

Llegué por fin hasta el Pinot Noir de Don Pascual Reserve, desde un destino que no estaba en mi radar vinícola: Uruguay. Dejando atrás la gran bodega, este vino de garage (se ganó mi amor con esta descripción) es minimalista y poderoso. Otro punto para Uruguay.

De pronto, me asusto. 15% de batería en el celular, un montón de cosas por probar y yo caminando en círculos. Salgo a tomar un poco del viento frío que se avecina, escuchando los probá este, probá este otro, probá aquel. Me siento. Reordeno mi cabeza. Yero. Vuelvo a entrar.

Aún ensimismada, las caras de los invitados van cambiando mientras avanza la noche. Voy haciendo amigos nuevos, encontrándome con otros viejos y armando planes que hoy ni ellos ni yo recordamos. En este momento, me crucé con el español más magnífico que probé en toda la noche, un Valduero Una Cepa 2012, un galardonado Tempranillo intenso e inolvidable, incluso para ser casi las 10 pm.

La última copa de la noche decidí disfrutarla con un Carménère Gran Reserva de Selección de Familia, desde la bodega de Luis Felipe Edwards en Chile. Fue un hermoso final para una noche en compañía de mí misma.

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Ya a esta altura me costaba mantener la etiqueta vinícola, repitiéndome en loop: “no fondees la copa, Maria José”. Mi última anotación es un simple y rotundo no sé.

Me quedé realmente sin palabras.

El cuaderno sin estrenar que llevé quedó guardado en la cartera. Calculé que sería más fácil entender notas digitales que la letra de doctor que se apodera de uno tras 27 copas de vino. Todo en vano. Si alguien puede decirme qué puede significar “Joarsyuingnpas”, que es lo último que escribí antes de quedarme sin batería, se lo agradecería.

Hasta el año que viene, ¡Expo Vino!

28 de Junio de 2018

Alacarta

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