La casa de Don Manuel. En familia siempre es mejor
[unitegallery La_casa_de_don_manuel_en_familia_siempre_es_mejor] Casi invisible entre las gigantografías, los negocios y boutiques construidos en serie y el ajetreo del tránsito de un martes al mediodía, La Casa de Don Manuel se erige como un monumento al romanticismo y a la quietud de décadas pasadas, haciendo reverencia a la familia que siempre estuvo allí. En honor al abuelo, Don Manuel Domínguez, quien construyó la antigua casa con sus propias manos hace 80 años, renace este espacio lleno de historia familiar. Alex y Natalia, él un chileno trabajador gastronómico desde hace 20 años y ella paraguaya, con ansias de iniciarse juntos en su primer lugar propio, unieron fuerzas para volver a dar vida a la casa donde se criaron los padres de ella. Dejando a la vista ladrillos de la construcción original y haciendo honor al arduo trabajo de Don Manuel, la residencia se mantiene imperturbable en el tiempo. Aunque ya no luce exactamente como una casa de familia, la rusticidad de la ambientación, los colores de la madera maciza, la mantelería en tonos crudos y los cuadros pintados por Natalia crean una atmósfera de cálida intimidad. Las mesas están armadas de manera delicada pero no obligan a demasiado protocolo. La carta, concisa y aún en pleno proceso evolutivo, obliga al comensal a hacerse una sola pregunta; ¿será hoy noche de pizzas o de un plato más elaborado? La razón de ser de La Casa de Don Manuel es un menú pizzero de sabores clásicos, fiel a los orígenes y sin una montaña estrambótica de ingredientes agregados. Más tradicional que una Mozzarella (G 33.000) con el queso derretido como único protagonista, solo se consigue en el Viejo Mundo. Otra, la de jamón crudo (G 41.000), es también una manera conservadora de comer pizza. El Ceviche de surubí (G 68.000) llega sin demasiado emperifollamiento. Unas papas rústicas, un par de hojitas verdes. La cebolla hace lo suyo aportando lo crujiente, el choclo da un toque de color, y el kuratú perfuma a su exótica manera. Entre las propuestas de carnes, el Lomito a la Pimienta (G 58.000) y el Bife de Chorizo (G 62.000) compiten en protagonismo. Ambos son servidos con guarniciones a elección. Los pescados como el Surubí (G 62.000), el Salmón (G 68.000) y la Tilapia (G 48.000) se sirven acompañados de papas, arroz, verduras grilladas o lo que surja. Las pastas se caracterizan por su simpleza, frescura y sabor casero. Los Ñoquis (G 39.000) se amasan en casa y vienen servidos con una crema de roquefort que encuentra su equilibrio entre texturas suaves y sabores fuertes. El Spaghetti (G 29.000) se acompaña de una salsa pomodoro, suave, sin remilgos ni ceremonias, pero honrando la esencia de cada ingrediente.