[unitegallery La_Vida_Verde_el_eden_de_los_herbivoros] Un lugar escondido para quien no tiene buen ojo, La vida verde es un restaurante oriental vegetariano donde volver a conectarse con la tierra. Al entrar, el sonido relajante de una fuente y música casi imperceptible crean una extraña sensación liberadora de spa. El aire se siente puro y el ambiente calmo, sólo faltaría que te entreguen una bata al cruzar la puerta. Alegría y pureza caracterizan la propuesta gastronómica de este lugar colmado de solemnidad y amabilidad oriental. La cocina introduce ingredientes y modos de cocción nuevos y verduras poco consumidas en nuestra rutinaria alimentación, con la protección de la tierra y el cuidado de la salud como pilares fundamentales. La Vida Verde invita a vivir una vida más longeva y natural. El local, amplio y muy abierto, está rodeado de grandes ventanales, plantas y flores de los colores del arcoiris. En el primer piso, muebles de ratán y una gran araña en el centro del salón invitan a llegar temprano y salir tarde. Subiendo una gran escalera, se observa un ambiente más elegante, más conectado a Oriente. Sombrillas chinas como lámparas, empapelados florales pasteles y biombos, logran una atmósfera señorial. El gran buffet es lo primero que llama la atención. Por 50.000 guaraníes puede darse unas vueltas por las tres islas colmadas de platos tradicionales chinos y algunas opciones occidentales. Desde lasagna vegetariana hasta guisados de soja y distintas verduras, el buffet introduce sabores nuevos que recuerdan que el comer vegetariano no significa vivir a base de lechuga. Para acompañar cualquier plato nada más adecuado que un té verde con limón (G 4.000). Fresco, espumoso y algo dulce, este revitalizante natural aumenta años de vida con cada sorbo. El plato más popular de la casa se llama Sizzling Arroz (G 35.000), y consiste de una plancha de hierro caliente donde una milanesa de carne de soja (poco y nada sabe a soja) tiene un encuentro casual con un arroz especiado, choclo, brócoli, zanahorias, y un huevo frito que explota al clavarle el tenedor. Por este hemisferio, luce como una simple milanesa a caballo. Al degustar el primer bocado, el sabor oriental se expande por las papilas gustativas y nos recuerda que en La Vida Verde, nada es lo que parece. Un restaurante no puede llamarse chino si no ofrece un buen Chop Suey (G 25.000). Siguiendo la línea vegetariana, esta generosa porción de repollo, zanahoria, pimientos verdes y hongos no permite extrañar la carne, pues sus intensos sabores nublan la mente y contentan la pancita. Los infaltables arrolladitos primavera (G 20.000 por cuatro unidades) son de esas perdiciones que se comen una tras otra como papas fritas. Hechos de masa ultra crocante y explosivo relleno, no pedir una segunda porción resulta complicado. La Sopa Medicinal China (G 45.000) es una mezcla de ingredientes y especias secretas que, según la leyenda, es especial para la fertilidad de la mujer. Condimentado y con una mezcla de tofu y hongos, este caldo fogoso es un estimulante más potente que cualquier ramo de flores o caja de bombones. Otro plato tradicional es el Cabello de ángel frito con verduras mixtas (G 25.000 ), un desfile de colores y texturas, ideal para escapar del clásico arroz frito, pero no menos sabroso y popular. Zanahorias, repollo, apio, brotes de soja y hongos logran una simetría entre lo crocante, lo suave y lo jugoso. La Vida Verde, en mi humilde opinión, no es un restaurante para vegetarianos. Es un lugar donde cualquiera puede sentarse a la mesa y disfrutar de todo lo que la Tierra tiene para ofrecer. No se trata de dejar de comer carne para siempre, sino de volcarse a una vida un poco más verde de vez en cuando.