21 de Noviembre de 2024
Marcelo Medina en Hoy Cocino Yo

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Planta Alta, la galería bar o bar galería, ya no es más. El segundo piso de la casona De Gásperi se llama ahora El Estar, y es un espacio dedicado a artistas que quieran desarrollar cursos y talleres, además de alquilar espacios compartidos y privados como estudio. Marcelo Medina es uno de sus inquilinos en esta nueva etapa. Como pinta, muchas veces hasta muy tarde, ya prefiere amanecer en El Estar que deambular de madrugada hasta su casa. Como hoy, diez de la mañana de un martes que se presenta caluroso, soleado y sin probabilidad de lluvia o clemencia, cuando Marcelo nos abre la puerta de El Estar para este Hoy Cocino Yo.

La primera pregunta es obviamente qué va a cocinar. “Fideos con salsa blanca. Un plato proteico y calórico que responde a las demandas de un joven soltero que necesita algo sustancioso y rápido que no caiga en la dejadez de la trilogía fritanga, pancho o hamburguesa. Cocinando para uno, es fácil caer en los caminos erráticos de la comida rápida”, me responde con la seguridad de alguien que ya tiene sus pensamientos muy claros respecto al tema. “Sí”, le digo, “no da gusto cocinar para uno, y mucho menos justificar el esfuerzo de ensuciar y lavar platos para una comida sin compañía”. “Sí, cocinar lleva su tiempo. Aprendí a cocinar obligado por las circunstancias. Podría decir que la cocina es una habilidad necesaria para la supervivencia. Pero, justamente por eso, creo que las pastas son nobles”, agrega, “podés lucirte siempre eligiendo una buena salsa para acompañar, mejor todavía si son frescas, que no es el caso de hoy”, concluye riendo.

Marcelo es Licenciado en Artes Visuales de la UNA, pero el diploma no es el comienzo ni el fin de su carrera como artista. El término mismo de “carrera” como competencia con metas, objetivos y fines es demasiado lineal para dar cuenta de un crecimiento orgánico que tiene muchos vericuetos y escasas rectas. Supo desde muy joven cuál era su vocación y seguir esa curiosidad natural lo llevó a desarrollar su propio camino. Tuvo la suerte de estudiar con Olga Blinder, pero para él fue más decisiva “otro tipo de formación, que es el contacto frecuente con otros artistas, mediante lo cual observé cómo trabajaban sus obras. Nunca fui ayudante/aprendiz, pero aprendí muchísimo frecuentando talleres y amistades. Teniendo una formación académica muy rígida corrés el riesgo de esconderte detrás de la técnica. En cierta forma, el arte es un poco como la cocina, que tiene ese lado visceral/pasional: está la receta por un lado, y por el otro está tu interpretación, que siempre desborda los límites de la receta”.

Mientras el spaghetti hierve en la olla, nosotros sufrimos el calor. Le ofrezco a Marcelo tereré y me dice que no toma porque le cae mal. En reemplazo, se prepara una infusión de yerba mate que deja enfriar y luego toma helada durante el día. Tampoco suele tomar café o alcohol, salvo vino alguna que otra noche. De chico le gustaba jugar a la cocina, pero no en sentido práctico de cocinar, sino a partir de la curiosidad de mezclar cosas para ver qué salía. “En mi casa veía cómo se cocinaba, pero hasta ahí llegaba mi interés. Me encantaba comer la masa cruda del bizcochuelo cuando mis hermanas preparaban tortas. Me acuerdo también que, como todo niño, quería vivir a base de fast food, cosa que ahora quiero evitar porque me preocupa tener una buena alimentación. Pero mi preocupación por la buena alimentación no llega a una escala patológica; no me niego nada, y creo fervientemente que en la variedad está el gusto”, afirma.

En 2010, Marcelo Medina ganó el Premio Matisse, uno de los más importantes del circuito local. Y con el premio, tuvo la oportunidad de estudiar en París de marzo a octubre de 2012. Además de la formación artística, la experiencia de joven becario en una ciudad europea aguzó sus habilidades culinarias por simple necesidad. Fue en París que probó un plato que se le fijó en el recuerdo y en el paladar: “Probé una lasagna de camarones que era de otro mundo, una cosa ya casi decadente en la riqueza de sabores. Pero como becario, también tenía que rebuscarme la vida, y practicaba una especie de antropología de mercados y supermercados”.

Le pregunto si tiene otra especialidad culinaria. “Sí, el lomito. Sé elgir la carne y cortarla como se debe, y la acompaño con verduras o un puré de papas”, me responde, lo cual es perfectamente coherente con la ecuación de maximizar nutrición y uso efectivo de tiempo. El spaghetti con salsa blanca está listo y humeante en la mesa. La salsa blanca à la Medina no es una bechamel cualunque, sino una potente mezcla de crema de leche, manteca y queso. Y tampoco es un elemental plato de fideos con salsa blanca, sino un plato bien presentado con albahaca y cebollita de verdeo cortadas con minuciosa precisión. “Será sustento”, declara Marcelo antes de hincar el tenedor “pero hasta el sustento debe ser atractivo: todo entra por los ojos”.

4 de Agosto de 2015

Alacarta

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