Valentino Álvarez zambulle la cuchara en el plato y pesca indiscriminadamente el cous cous, las berenjenas, las hojas verdes, los locotes. Tiene dos años y ninguna necesidad de avioncito ni explicaciones suplicantes sobre la bondad de los vegetales para llevarse la cuchara a la boca con decisión. Silvana Nuovo y Ricardo Álvarez son vegetarianos; por extensión, sus tres hijos también. El cous cous con vegetales con el que Valentino, el menor, se embarra la cara a cucharadas es uno de los preferidos de los niños, y el ofrecimiento de este Hoy Cocino Yo, que en este caso es un Hoy Cocina Él. (...)
Este es un cous cous vegetariano con papa, zanahoria, locote, berenjena, poroto manteca, apio, kuratú, comino, orégano, pimienta y sal. “Siempre cocino con lo que tengo a mano, pero siempre con mucha verdura y alguna menestra, para aportar proteína. Entre semana tratamos de cocinar muy sencillo para perder el menor tiempo posible. En realidad, últimamente andamos comiendo muy sencillo, pero no por cuestiones de tiempo, sino porque nos hemos dado cuenta que hay muchas cosas que uno come por el gusto, porque está acostumbrado, pero que no te caen bien. Comiendo de otra manera uno se da cuenta que es bueno pasar el día sin el peso de la digestión, con más energía”, dice Ricardo. Energía no le falta a Valentino, que habiendo acabado con la mitad del cous cous por cuenta propia, ahora se dedica a almacenar agua en los cachetes y escupir chorritos como un querubín de fuente.
Silvana es colombiana; Ricardo, cubano. Se conocieron en Cuba, se dispersaron por el mundo, se reencontraron en París, vivieron juntos, se casaron y tuvieron hijos. Silvana se fue a estudiar Cine y Televisión a Cuba. "Ricardo vio mis pinturas y me dijo tú tienes que pintar. Así que me pasé a la Escuela de Bellas Artes por su culpa. Y empecé a pintar”, recuerda Silvana. Luego fue París, en un estudio minúsculo “donde estaba el baño, la cama y un montón de cuadros desperdigados entre los que había que saltar para moverse de un lado a otro”, recuerda Ricardo. Con los hijos, cambiaron las prioridades, y también cambió París(...)"
Así fue que aterrizaron en Asunción hace ocho años. Tanto Ricardo como Silvana concuerdan que la sensación de la vida en Europa es una de mayor comodidad, pero también de que está todo hecho. Aquí, en cambio, hay mucho por hacer —aunque a veces sea frustrante la magnitud— y se tiene la sensación de poder aportar más. Compaginaban la producción de documentales con la pintura, hasta que decidieron entregarse por completo al arte. “Nunca dejamos de pintar, pero siempre era algo paralelo”, explica Silvana, “En un momento, nos dimos cuenta que mientras siguiera siendo paralelo, no se iba a desarrollarse como obra”. Ricardo completa la idea, “En el arte no puedes avanzar si no tienes la disciplina de pintar todos los días. Nunca vas a saber hasta dónde puedes llegar. Cuando dejas de hacer es como que la corriente te lleva hacia atrás y después tienes que volver a nadar en contra. Si no lo hacemos ahora no lo vamos a hacer nunca. Lo que dejas para después, lo dejas para siempre.”.
Trabajan en un taller amplio y lleno de luz que montaron en el patio de su casa. Me da curiosidad saber cómo llevan el trabajo compartiendo el espacio. “Delicioso”, declaran los dos. Cada quien sumergido en su trabajo, pero contando con el punto de vista de alguien respetado que habla el mismo lenguaje. “Formalmente, hacemos cosas completamente diferentes. Ricardo tiene un mundo muy onírico”, dice Silvana, señalando un cuadro de un elefante cubierto de ventanas del cual emergen personajes como exvotos, “Lo mío en cambio es más realista, por llamarlo de alguna manera. Trabajo más a partir de la realidad visible; Ricardo trabaja más a partir de la realidad invisible. Sin embargo, a nivel conceptual compartimos muchas ideas, y eso es muy enriquecedor. Finalmente, una de las cosas que nos unió desde que nos conocimos, fue el arte”.