[unitegallery Alfredo_Heraso_arroz_a_la_italiana_en_manos_espanolas]
Alfredo Heraso está parado frente a la cocina, con un ojo vigilante en el arroz de la olla y un cucharón de madera en mano. Está preparando un risotto de setas, y por curiosidad le pregunto qué hace un español cocinando un plato típico italiano. Como estudió un tiempo en Milán, terminó enamorado de la cocina italiana y se encariñó con los risottos y las pastas. Desde la planta alta llegan voces de niños; el madrileño llegó a Paraguay con su esposa para trabajar por lo que sería un tiempo. Ese tiempo son ya cuatro años y medio, tiempo en el que la familia se multiplicó con dos hijos.
Sería fácil pensar que un español, actual Gerente Director del Grupo Barcelona, que trabajó siempre en proyectos inmobiliarios, llegó a Paraguay empujado por la crisis financiera de 2008, pero eso sería una media verdad. En 2008, la crisis —entendida en el sentido de oportunidad— la tuvo su esposa, Marta, quien decidió dejar su carrera de abogada para dedicarse de lleno a una pasión que venía trabajando en su tiempo libre, la Cooperación Internacional. Al casarse, Alfredo le había prometido que pasarían un tiempo trabajando en el campo, fuera de España. Lo que Alfredo no sabía era que la oportunidad se presentaría al toque: apenas Marta consiguió un puesto con la Cruz Roja Española, le avisó que partían para Tanzania en veinte días. “Tanzania, claro, lo asociaba al Serengeti Zanzibar, un país turístico con grandes atracciones. Le pregunté a Marta que adónde íbamos. ‘A Kigoma, en la frontera con el Congo y Burundi, a las orillas del lago Tangañika’, me responde. Bien romántico suena eso. ¿Y qué vas a hacer ahí? ‘Gestionar tres campos de refugiados’”.
Alfredo se quedó en Madrid para cerrar sus temas laborales y le dio el encuentro a Marta en Tanzania: “La vida allí impresionante, África tiene algo que te engancha. Pero también la vida allí era muy dura. No teníamos electricidad, o la teníamos cuando le daba la gana funcionar. Cuando no había andábamos de noche por casa con esas lamparitas de cabeza en plan minero. No había hospitales, ni supermercados, espantaban las moscas del mostrador para cortarte un trozo de carne. Yo ocupaba mi tiempo como voluntario de la Cruz Roja, mantenía una huerta y hacía cursos online. Conocimos mucha gente fantástica de las organizaciones internacionales, pero había mucha rotación, porque la realidad es muy dura y termina desgastando”. Alfredo aguantó un año; Marta, año y medio. De vuelta en España para 2010, la crisis financiera presentaba los mismos atributos de un agujero negro, al igual que el mercado inmobiliario. Ahora le tocaba a Alfredo elegir a qué lugar del mundo ir. Eligió Sudamérica por las perspectivas del mercado inmobiliario. Perfecto, le dijo Marta. Buscando plazas abiertas en la Cruz Roja, justo se abrió una para Paraguay. “Casualidades de la vida, mi padre trabajó en la empresa española que construyó el Puente Remanso, y hacia 1978 le ofrecieron venir a trabajar aquí. Él no vino, pero vino un amigo suyo que se quedó como quince años. Nos mandaba cartas y yo coleccionaba los sellos.”
Llegaron a Paraguay en 2011. El cambio de Tanzania a Paraguay fue radical: “Llegamos y claro, quedamos encantados. De donde veníamos era todo mucho más complicado. No le falta nada a Paraguay.” A través de un contacto del Master en Desarrollo y Construcción de Proyectos Inmobiliarios que había cursado en la Universidad Politécnica de Madrid, Alfredo conoció a un paraguayo que, además de ayudarle a establecerse, le presentó a una conocida que justo en ese momento estaba buscando a alguien de su perfil para encabezar el proyecto del Shopping San Lorenzo. “Tuve mucha suerte de trabajar con Capitalis, un grupo de gente muy profesional con la que nos llevamos fantástico. Cuando terminó el proyecto, viendo que en España el tema no iba para mejor, me ofrecieron el puesto en el Grupo Barcelona, donde estoy ahora muy a gusto.”
En su casa, es Alfredo quien lleva el delantal. Aprendió a fuerza de tener una buena cantidad de amigos chefs de alta cocina en España, en esas reuniones donde se conversa tomando algo mientras se prepara la comida. “Mi mujer tiene tres o cuatro platos que los hace espléndidamente, pero el día a día cocino yo, y el que disfruta más de la cocina soy yo. Lo español hubiera sido preparar un gazpacho con tortilla de papas, pero decidí hacer risotto. Aunque ya sabemos como es el invierno de Paraguay; cuando le cuento a mi familia que estuvimos en invierno a 34° me dicen ‘¡aquí estamos en verano y tenemos 28°!’.”