El libro de Tom Standage cumple lo que promete el título; repasar la historia del mundo desde los comienzos de la civilización hasta la actualidad a partir de seis bebidas. Periodista especializado en tecnología, Standage tiene mano para condensar multitud de datos, episodios y procesos en una narración entretenida sobre la cual flota la idea central de que el desarrollo tecnológico es inseparable de la política, la economía, la cultura y las relaciones sociales de los diversos grupos humanos. O básicamente, que el desarrollo tecnológico es una de las fuerzas responsables de modelar el curso de la historia.
El primer trago de la civilización no fue inventado, sino descubierto. “La cerveza es un vestigio líquido de la prehistoria humana”, anota Standage, “y sus orígenes están estrechamente entrelazados con los de la propia civilización”. Cuando los grupos de cazadores-recolectores que se movían por el Creciente Fértil comenzaron a recolectar y guardar cereales silvestres hacia 10.000 a.C., descubrieron que esos granos mojados se transformaban en un caldito efervescente y embriagador. La humanidad se topó así con la cerveza. A medida que avanzó la revolución agrícola durante el Neolítico, avanzó también la producción de cerveza, que dejó de ser un feliz accidente para convertirse en una búsqueda intencional de felicidad, utilizada como bebida diaria, moneda y ofrenda sagrada para los dioses.
El vino fue otro descubrimiento accidental de fermentación, pero fueron los griegos quienes se adueñaron de su producción a partir del siglo VII a.C. Ellos le imprimieron ese carácter de bebida sofisticada, digna de civilizados, a diferencia de la cerveza de los bárbaros. Durante la Edad de Oro, junto con el vino, los griegos exportaban al mundo antiguo sus valores culturales. Valores que los romanos importaron cuando tomaron la posta del poder. La calidad del vino representaba la escala social: exquisito para los ricos, pésimo para los pobres. Desarrollaron también el concepto de denominación de origen: el falerno era considerado el mejor vino romano, producido exclusivamente con vides cultivadas en el monte del mismo nombre, cerca de la actual ciudad de Nápoles. Aún hoy, el vino es considerado una bebida noble: “es vino y no cerveza lo que se sirve en banquetes oficiales y cumbres políticas”.
Mientras Europa se estancaba en la Edad Media, los eruditos árabes preservaron el conocimiento del mundo antiguo, como la técnica de la destilación. Gracias a la imprenta de Gutenberg, el vino destilado o aqua ardens, aguardiente, pasó de ser un oscuro tesoro medicinal de alquimistas a una forma rápida y barata de embriagarse que se popularizó entre los pueblos europeos, que al fin pudieron destilar potentes licores con ingredientes locales, como el brandy y el whisky. “La aparición de esas nuevas bebidas destiladas se produjo en el mismo momento en que los exploradores europeos empezaban a abrir las rutas marítimas del mundo”, escribe Standage, señalando que eran la carga perfecta para los largos viajes: más alcohol concentrado en menos espacio y sin que corriese el riesgo de arruinarse. Este es el ron según un viajero en Barbados, 1651: “el rumbullion, conocido como kill-devil, ...un licor caliente, infernal y terrible”. El ron fue la primera bebida realmente global: el azúcar de la Polinesia traída a Europa por los árabes, llevada a América por Colón y cultivada por esclavos africanos.
Con el café, para Standage, comienza el despertar intelectual de Europa, que emergió “de un estupor alcohólico que había durado siglos”. El café tuvo su origen en el mundo árabe, donde se popularizó en el siglo XVI, a pesar de que las autoridades no veían con buenos ojos los cafés porque eran lugares donde se intercambiaban ideas y noticias con demasiada lucidez. Este mismo efecto se repitió en Europa: “A medida que el café avanzaba hacia el oeste, fue llevando consigo la idea árabe del establecimiento dedicado a tomar café como una alternativa más respetable, intelectual y sobre todo no alcohólica a la taberna... además de cierto aroma a polémica”, señala Standage.
El té fue durante siglos uno de los productos privilegiados del comercio exterior de la China imperial. Se cree que fueron pioneros en la invención del dinero de papel, debido al tamaño y valor del comercio del té durante el siglo VII. La bebida llegó a Europa gracias a los comerciantes portugueses, los primeros en llegar a las costas chinas por mar. Pero fueron los británicos quienes se embelesaron con la delicada bebida, y en lo que duró el siglo XVIII pasó de ser un lujo aristocrático a un artículo de primera necesidad para los súbditos de la corona, como se aprecia aún hoy en las ex colonias: “Gran Bretaña, Irlanda, Australia y Nueva Zelanda son cuatro de los doce países con mayor consumo de té, y los únicos occidentales de la lista”.
Se dice que luego de OK, Coca-Cola es la segunda frase más ampliamente comprendida del planeta. En 1886, el farmaceútico Joseph Pemberton perfeccionó la versión original de la Coca-Cola, que combinaba extracto de la planta africana de kola con extracto de hojas de coca del altiplano. La Coca-Cola no solo conquistó Estados Unidos, sino el resto del mundo en el siglo XX como emblema del american way of life.