29 de Marzo de 2024
Sloppy Joe´s. Bares con historia

Sloppy Joe´s. Bares con historia

Es posible que alguna vez haya escuchado de un amigo o en una reunión de expertos en alcoholemia, la expresión: ¡El Sloppy Joe es uno de los mejores bares del mundo! Pero, cuando eso ocurre, ¿a cuál se refieren?, ¿al de La Habana o al de Key West? Y es que existen dos “Sloppys” famosos desde los años 30 del pasado siglo, situados en esas ciudades bañadas por el mar Caribe. No pertenecieron nunca al mismo dueño, no forman parte de ninguna franquicia, pero sus orígenes y fama están asociados a personajes relevantes y pintorescos que nos permiten acercarnos a una curiosa historia. Entre estos míticos lugares podemos encontrar casuales coincidencias dignas de señalar: Ostentan el mismo nombre, están situados en una isla, fueron fundados en los primeros años de la década de los 30, sus propietarios originales se llamaron uno José y, el otro, Joe; están ubicados en sendas esquinas céntricas de sus ciudades y el “espíritu etílico” de Ernest Hemingway ha rondado en sus historias. Todo comenzó en los primeros años de la década de los 30. En EEUU se comenzaba a sentir, con saña, los rigores de la gran depresión después de la “embriaguez” de riquezas que disfrutó en los años 20, durante su expansión económica posterior a la Gran Guerra y sometida todavía a la Ley “Voltead”, conocida como ley seca, la que impedía a los ciudadanos norteamericanos la “borrachera” alcohólica que tanto desearan. Toda esta “prohibición” facilitó el contrabando de bebidas alcohólicas entre los países cercanos a EEUU, lo cual fue capitalizado por las mafias norteamericanas. Entre esos territorios se encontraban las cercanas costas cubanas, poseedoras de plantas de refinación del alcohol derivadas de su inigualable caña de azúcar y la tolerancia de las autoridades cubanas. Era mucha la tentación. La Habana de esos tiempos, exhibía una imagen de urbe cosmopolita sin igual en América Latina, debido a las bonanzas económicas obtenidas por los precios del azúcar de caña (su principal producto exportable) durante los años de la Primera Guerra Mundial y los de la post guerra: escenario sin igual para los excesos de la carne y el espíritu. La capital de Cuba poseía un esplendor lúdico que seducía a los visitantes de todos los rincones del mundo, cruce de caminos entre EEUU y Europa hacia América Latina y el Caribe y la cercanía geográfica con tierra norteamericana (90 millas náuticas de Key West), propiciaban a la ciudad una vida intensa. Colmada de academias de bailes, más de 7.000 bares, casinos de juego, esplendorosas mansiones, grandes hoteles y una población bullanguera y musical que cautivaba a los turistas, más si así podían saciar su sed alcohólica con entera libertad. Año 1930: en que se funda, en La Habana, el Sloppy Joe. Su propietario fue José García, el cual tenía una rica experiencia del negocio. Este emigrante español había llegado a Cuba en el año 1904; trabajando en varios bares de La Habana, por espacio de tres años, se traslada a New Orleans donde permanece por seis años como “Barman”. Viaja desde allí a Miami y labora en distintos bares por seis años más, regresando a Cuba en 1919 convertido en un experto del oficio, laborando en un elegante bar llamado “Crazy Spoon Café”. Años más tarde se decide a abrir un negocio con los ahorros logrados y lo hace con una tienda de víveres de mal aspecto en las céntricas esquinas de las calles Zulueta y Amistad, en pleno corazón de la esplendorosa Habana. En esos tiempos, a esos comercios, se les denominaban “bodegas” y en ellos había un mostrador habilitado como bar. Se cuenta que los clientes del lugar llamaban la atención de García sobre el estado de suciedad del establecimiento pero, el peninsular, hacía oídos sordos a las críticas. Pasado el tiempo y, con el aumento de clientes norteamericanos, que visitaban el céntrico lugar a calmar su apetencias espirituosas, García se decidió por reformar el lugar y, como ya muchos lo conocían como el bar “sucio o descuidado” (sloppy), de García, este lo llamó, definitivamente, “Sloppy Joe”. Contaba el Slopy Joe con una impresionante barra enteriza de madera caoba de 20 metros de largo con altas banquetas, lujosas vitrinas por doquier repletas de botellas de bebidas de todas marcas y procedencias del mundo y abundantes mesas que daban facilidades al gran número de clientes que acudían a todas horas a disfrutar de sus bebidas o de inigualables bocadillos para acompañar, pues al decir verdad, el español se las gastó todas en su nuevo negocio.

Sloppy Joe´s. Bares con historia

A partir de su inauguración, el “Sloppy” fue atracadero de cuanto visitante famoso visitaba La Habana y de políticos y gente influyente en la economía de la Isla; entre ellos se encontraba Ernest Hemingway durante sus incursiones pesqueras a las costas cubanas. Este se hacía acompañar de su amigo de Key West, Joe Russel, los cuales, además de frecuentar “El Floridita”, se dejaban caer por el lujoso y bullicioso “Sloppy”. Es en los años 40 y 50 que el “Sloppy” alcanza su máximo esplendor. Personalidades del mundo hollywoodense tales como Clark Gable, John Wayne, Spencer Tracy, los boxeadores Joe Lois, “Sugar” Ray Robinson y artistas de la música y de la bohemia, se hacen sus habituales. En 1959, el “Sloppy” sirvió de escenario para la filmación de “Nuestro hombre en La Habana”, basada en la novela homónima de Graham Greene y protagonizada por Alec Guinness; en esa ocasión Hemingway visitó el “Sloppy” para saludar a su director Carol Reed y al propio Guinness. A partir de la década de los 60 empezó la decadencia del Sloppy Joe habanero motivado, principalmente, por la abrupta interrupción del turismo norteamericano y, finalmente en 1968, la nacionalización del lugar por el gobierno cubano, lo que facilitó su progresivo deterioro total y clausura. Key West, en los tempranos años 30, era una solitaria isla de nueve millas cuadradas contando con una población de poco más de 11,000 habitantes. A los nativos se les llamaban “conchs”; convivían con población negra procedente de Bahamas y cubanos, muchos cubanos. Ya desde los años 20, Key West era más cubano que norteamericano: los “conchs” ocupaban el sitio inferior de la sociedad; se alimentaban, fundamentalmente, de la pesca. Todo estaba en manos de los cubanos debido a la actividad de las fábricas de tabaco radicadas allí desde el siglo XIX, lo cual sustentaba la economía de la Isla. No fue hasta marzo de 1938 en que Key West se conectó a la tierra firme de La Florida, con la terminación de la autopista “The Oversear Higway”, arteria prodigiosa para el lugar por donde comenzó a transitar la productiva sangre del turismo hacia las bondades de los cayeríos del sur floridano, llena de especies marinas e incomparables bellezas naturales. En 1928, procedente de Francia, con una escala técnica en La Habana, llega en el vapor “Orita”, Ernest Hemingway, con el fin de radicarse a vivir en esa isla acompañándolo su esposa Pauline, en estado de gestación. Se instala en una vivienda de la calle Whitehead, número 907 (hoy otro museo Hemingway). En esa casa, el famoso escritor, termina “Adiós a las armas”, creó las primeras historias de “Tener o no tener”, comenzó “Por quién doblan las campanas” y escribió “Las nieves del Kilimanjaro”. Durante esos años entabló una estrecha, profunda y perdurable amistad con Joe Russell, originario de la isla, singular personaje del que tomó prestado parte de sus intrepideces para el protagonista de su novela “Tener o no tener”, Harry Morgan. Pero más adelante volveremos sobre esta fascinante relación. Corría el año 1932 cuando Hemingway exploraba, por vez primera, las costas cubanas en busca de un escenario perfecto para ejercer su pasión por la pesca de altura (Big Game Fishing). La corriente del Golfo era el sitio ideal para la pesca de la especie de “pico”, conocida como agujas o merlines. Lo acompañaba, en estas lides investigativas, su amigo Joe Russell, apodado Josie Graunts (Pepe el ronco), contrabandista de alcohol, especialista en navegación y comercio alternativo. Fue él quien puso en manos del escritor el primer carrete de pita catalana y se ufanaba de ser el maestro de pesca de su mejor alumno, Ernest Hemingway. A manera de ilustración de las hazañas de “Josie”, escribió Hemingway: “Una vez llevó de Cuba (a Cayo Hueso) el mayor cargamento de licores que se ha conocido”. Ya con el conocimiento de las zonas de pescas cubanas, eran más frecuentes las visitas de Hemingway a La Habana, las que aprovechaba para estirar las piernas y refrescar la garganta con el genuino ron cubano. En esas andanzas etílicas lo acompañaba, asiduamente, el ronco Joe Russell y, en sus itinerarios bebestibles, incluían el Sloppy Joe como punto de un alto en el camino. En una de esas incursiones, Hemingway le sugirió a Joe que abriera un bar parecido en Key West. Así, el 5 de diciembre de 1933, nació el óvulo para el hermano norteamericano del Sloppy Joe: Russell abrió un bar en un antiguo garaje de carrozas fúnebres, situado en la calle Greene, que según dicen las crónicas, primero le llamó “The Blind Pig “ (El cerdo ciego), y después “The Glass Sliper” (La braga de cristal). Se asegura que Hemingway, cliente habitual del lugar, se inspiró en él y lo llamó “Bar Freddy's” en su novela “Tener o no tener”. En 1937, Russell, sorpresivamente en una sola noche, mudó su bar unos 50 metros hacia las esquinas de Greene y Duval donde permanece desde entonces y es cuando, definitivamente, le cambia el nombre por el de Sloppy Joe. Es seguro que dentro de esa decisión estaba la mano oculta de Hemingway que le facilitó a Russell $5,000 dólares para abrir el nuevo bar. El escritor hizo del lugar, punto de reunión de su llamada “mafia literaria”, compuesta por figuras como John Dos Pasos, Waldo Pierce, J. B. Salinger y Hamilton Adams, entre otros. El originario local es adquirido, entonces, por el “capitán” Tony Tarracino, bautizando al lugar “Capitan Tony's Salon” y agregándole la coletilla de “El original Sloppy Joe”. Joe Russell murió en 1941 de un ataque al corazón a los 53 años de edad y, ya entonces, el “Sloppy” había sido comprado por una organización comercial. La amistad entre “Josie” y Hemingway se mantuvo inalterable hasta el final; aún ya muy desmejorado, el novelista lo llevaba a sus pesquerías en calidad de invitado de honor. La Habana, en la actualidad, además de sus anunciadas reformas económicas (de las cuales todavía hay que esperar sus resultados), se encuentra en una efervescente etapa de restauración de edificios históricos y lugares emblemáticos del pasado colonial y republicano, principalmente en la llamada “Habana colonial” (edificaciones que se encontraban en estado ruinoso debido a un deficiente mantenimiento). Ello es parte de un plan de recuperación de sus bellezas arquitectónicas y reanimación ambiental que además favorece al aumento de los atractivos para el turismo que incentiva la Isla. Ese plan, liderado por la Oficina del Historiador de La Habana, ha hecho posible que, después de 43 años, se haya rescatado el Sloppy Joe habanero. Fueron necesarios invertir tiempo para la restauración de cada detalle del mítico bar, principalmente de su famosa barra, la que fue reproducida en sus dimensiones y detalles, gracias a la mitad que quedó de ella “salvada” de su desaparición por manos previsoras y conocedoras de su historia y que hoy se encuentra a buen recaudo en el Museo del Ron de La Habana.

Sloppy Joe´s. Bares con historia

Ahora el “Sloppy” está climatizado y tiene una imagen que intenta recrear su aspecto original de una forma un poco escenográfica; una amplia gama de bebidas y exquisitos bocadillos más sofisticados, pero menos deliciosos que el “pan con ropa vieja” de sus años mozos.

Sloppy Joe´s. Bares con historia

Todavía el nuevo-viejo Sloppy tiene trecho por andar en cuanto a volver a poseer el protagonismo que dentro de las opciones de bares habaneros poseía el original, así como el encanto que le insuflaban su cosmopolitismo y sobre todo sus “padres fundadores”, fantasmas que deben volver a rondar por sus céntricas esquinas urbanas. El futuro dirá la última palabra.

Sloppy Joe´s. Bares con historia

Key West, hoy día, recibe más de tres millones de turistas que invaden su pequeño territorio por la nueva autopista o por los múltiples cruceros que hacen escala y disfrutan de sus abundantes ofertas para el ocio, entre ellas no puede faltar una visita al Sloppy Joe, el cual abre sus puertas diariamente hasta las 4 am. El salón tiene las paredes repletas de fotos de Hemingway y numerosos detalles que testimonian la presencia del novelista en el lugar. El protagonismo de la música en vivo (incluye todos los géneros), sus exóticas bebidas (daiquirí, mojito, cubalibre, cerveza y todo tipo de alcoholes), y sus apetitosos menús incluyen platos tradicionales de Key West, como el Key lime pie, además de “tapas”, hamburguesas, sándwiches, ensaladas y pizzas lo convierten en un rincón imprescindible de conocer. También cuenta con una tienda que vende artículos de suvenir alegóricos, con más de 300 productos con el logo del “Sloppy”.

Sloppy Joe´s. Bares con historia

Cada mes de julio se celebran los días de Hemingway. El evento, además de en el “Sloppy”, se ha expandido por otros sitios de la ciudad que incluyen programas literarios y concursos de pesca. Pero el más divertido y curioso es el concurso “Parecido a papa” que tiene como sede el “Sloppy” y consiste en elegir al concursante que más parecido tenga con el novelista. En él podemos ver personas con barbas blancas y físicos semejantes al de Hemingway: un homenaje noble y de humana recordación que termina, además de la premiación, como las cosas que hicieron también famoso al homenajeado: “Una soberana borrachera”.

Sloppy Joe´s. Bares con historia

Si caminamos unos pocos metros, bajando por Greene Street, tropezaremos con el “Capitán Tony´s Salon” que anuncia con orgullo su famoso eslogan: “El original Sloppy Joe”. Nos parece interesante compartir con los lectores que, en visita reciente realizada por el autor de estas notas a ese bar, se observa todo el techo tapizado por prendas íntimas de mujer sobre todo bragas, dejadas allí por clientas que han querido, de esa peculiar manera, hacer constancia personal de lo bien que la pasaron en el antiguo “The Glass Sliper”. El reclamo comercial, agregado astutamente por el capitán Tony, ha abierto una controversia con la empresa que opera actualmente el “Sloppy”, la cual ha terminado en las cortes pues se reclama (no sin razón), que la coletilla tiende a confundir a los millones de turistas que visitan Key, sobre cuál es el verdadero Sloppy Joe. Como hemos visto, en lo hasta aquí contado (cercanos geográficamente pero alejados por distintas contingencias y orígenes), estos famosos bares están mancomunados por singulares personajes que han tejido sus historias (algunas referidas aquí, otras por el imaginario popular), que pueden haber sucedido o no, pero, cómo dudar de algunas de ellas signadas por épocas tan llenas de aventuras y desventuras. Lo que es indudable es que son Bares con Historia. ¿Quién lo puede dudar?

21 de Enero de 2015

Alacarta

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