A varias órdenes religiosas les debemos mucho más que la salvación in extremis o el castigo eterno. Son aquellas que tras fatigosas investigaciones encontraron pócimas de escaso éxito medicinal, pero invaluables al ser combinadas con alcohol.
Allá por el siglo XII, unos monjes italianos buscaban un remedio eficaz contra la peste bubónica. El fracaso de sus investigaciones con bayas de enebro no fue total, ya que en aquellas pesquisas está el origen de la ginebra. Claro que tuvieron que pasar un par de siglos para que naciera la verdadera ginebra, genever o jenever. Esto sucedió en los Países Bajos y, por asuntos relacionados con la guerra, allí estaba Inglaterra. Según parece, con ese líquido ardiendo entre pecho y espalda, los soldados neerlandeses combatían con un coraje inusitado. Los ingleses -a nadie sorprende- no tardaron mucho en llevarse la ginebra a su isla.
En su nueva casa, el éxito de la ginebra fue rotundo. Y como el rey no tenía intenciones de quedarse afuera del negocio, prohibió el consumo de destilados que no fueran británicos. Así arrancó la industria de la ginebra en Inglaterra. Que en realidad no es ginebra sino gin, porque en Londres hicieron, como de costumbre, las cosas a su manera. Y por eso existe el London Dry Gin. O, dicho de otra forma, lo que tomamos hoy cuando pedimos un pink gin o dos negroni.
No es lo mismo tomar un cóctel transparente, en una copa con forma de V y una aceituna adentro, que tomar un martini. Por esta razón, para que nos develen los secretos del gin, fuimos a buscar a algunos de los mejores profesionales de Paraguay.